jueves, 17 de abril de 2008

306 - EL HUMO DE TUS SUEÑOS

EL HUMO DE TUS SUEÑOS (306)


- I -

- Ay, amigo, qué desgraciado eres,
(me dice un buen amigo que me aprecia).

Vas llegando al final de tu trayecto
y te irás, de seguro, de vacío,
sin llevar en las manos otra cosa
que el humo de tus sueños inconclusos.

Cualquier día de éstos te me mueres
sin haber alcanzado ni uno sólo
de aquellos meritorios y laudables
proyectos que forjaste cuando niño,
en los años lejanos en que abrías
tus ojos asombrados a la vida,
creyendo que la meta era posible
pisarla, sin hallar en el camino
cosa alguna que el rumbo te torciera.

La vida te ha enseñado muchas cosas,
ninguna de provecho -ciertamente-,
pues no puedes nacer de nuevo un día
y así, de la experiencia acumulada,
servirte con prudencia y raciocinio,
con lo cual es lo mismo que si nada
hubieras aprendido y te encontrases
perdido y desnortado en absoluto,
sin saber a qué rumbo dirigirte
en busca de la meta de tus sueños.

Te me vas a marchar con la ignorancia
de modos y maneras al completo,
sin haber descubierto los arcanos
caminos que conducen a la gloria,
no obstante las veces repetidas
que con ella soñaste en tus desvelos,
cuando el sueño negábase a ser justo,
hundiéndote en su paz apetecida.

No has sabido vivir como debieras,
y a trueque de la paz y la concordia
que colmaron las horas de tu vida,
renunciaste a luchar como es debido
y a tragarte los indigestos sapos,
almuerzo de los hombres ambiciosos.

Con esa tu conducta comodona,
- (que también, ¿cómo no?, justo es decirlo,
otros dicen sensata y acertada) -,
cegaste los caminos que conducen
a la gloria soñada..., o al dinero,
que también suele ser, -ya que no gloria-,
la fuente del poder más absoluto
y también de la más volátil fama.

Ahora que las dudas te acongojan
y surgen las preguntas en racimos
acerca de si obraste rectamente
o si obraste -quizás- equivocado,
confiesas persistir en la ignorancia
supina de tus años más tempranos,
y que temes de nuevo equivocarte
prefiriendo la paz y la concordia,
- garantes de una vida sosegada -,
a la lucha enconada por la gloria,
borrosa en la distancia, como el humo.

- II -

- Escucho tus palabras, caro amigo,
y acepto los reproches que me haces,
sin poder formular respuesta alguna
que sirva de descargo a mi conducta.

No obstante lo acertado de tu juicio,
respondo, en mi defensa, de este modo:

En paz con Dios, conmigo y con los hombres,
¿qué más puedo pedir a estas alturas?

No me siento -cual dices- desgraciado,
y el llevar en mis manos sólo el humo
de sueños infantiles inconclusos,
no creo que suponga nota adversa
en la prueba final, a la que en breve
habré de someterme, sin excusas.


José María Hercilla Trilla
Almuñecar, 8 Agosto 1997

(De mi Libro: “Fides”)
(Publ. En
www.esdiari.com Nº 634/29-10-06
y en
www.avilared.com del 08-11-06)

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