lunes, 21 de abril de 2008

300 - ¿QUÉ QUIERES QUE TE DIGA?

¿QUE QUIERES QUE TE DIGA? (300)


Sí, Hermano, ¿qué quieres que te diga?
El saldo de tus obras terrenales
no parece que pueda ser motivo
para ufanarte de ellas, ni tampoco
para esperar de Dios, -ni de los hombres-,
(por propicios que al Señor y a tus Hermanos
encuentres a la hora de juzgarte),
un premio señalado, y hasta creo
que ni uno que sirva de consuelo
a quién llega al final de su camino
y debe rendir cuentas de su vida
delante del Señor, -que lo naciera-,
y también de los suyos, sus Hermanos,
que tuvieron, quizá, que soportarle
con una tolerancia meritoria.

¿Qué llevas en tus manos pecadoras?
¿De qué las has llenado en el trayecto
de tu azarosa vida? ¿Qué bondades
has ido derramando en torno tuyo?

¿Ofreciste la mano a tu vecino
cuando éste necesitaba ayuda?
¿Consolaste al doliente? ¿Vestiste,
con ropa y con amor, a algún desnudo?

¿Acaso, de comer, diste al hambriento?
¿Hiciste que triunfara la justicia,
repudiando lo que no fuera justo?

¿La humildad fue tu nota distintiva
al tratar a tu prójimo cercano?
¿Acaso fuiste manso y soportaste
las ofensas o burlas que te hicieron?

¿Lloraste alguna vez, no por ti mismo,
sino con el dolor de tus Hermanos?
¿Misericorde fuiste? ¡No lo creo!

¿Tuviste el corazón abierto y limpio?
¿Impusiste la paz entre los tuyos,
y esa paz anhelaste para todos
aquéllos que en la guerra se consumen?

No sé, pero me temo, Hermano mío,
que muy pocas de estas pequeñas cosas
llamaran tu atención, y entretenido
en otros lucrativos quehaceres,
recorrieras tu senda en solitario,
sin mirar las orillas del camino,
pensando solamente en tu persona,
ufano de tu aspecto y tu arrogancia,
hinchado como un pavo vanidoso,
atento a tu ganancia y tu codicia,.........
y no quiero seguir, para no herirte,
pues a nadie complace que le digan
las verdades..., si la verdad no es grata;
y no quiero tampoco atormentarte
ni aumentar esa duda que te embarga,
cuando llega la hora inexorable
de presentar el Libro de la Vida
para ser auditados sus asientos,
y al Saldo puedan dar el Visto Bueno.

Sí, Hermano, ¿qué quieres que te diga
si es esa la verdad, mal que te pese,
y el examen final no te mereces
que te aprueben, por mucho que argumentes
y trates de inculpar a tus Hermanos
en faltas que a ti sólo te conciernen?

No obstante y a pesar de tus pecados,
yo creo firmemente que aún existe
un punto de esperanza al que aferrarse,
y que a pesar de todo, todavía
pudieras encontrar en Dios clemencia
si llegas ante El arrepentido.

¡Más que un Dios justiciero, yo lo veo,
cual Dios misericorde que perdona,
-como un Padre perdona siempre al Hijo-,
a poco que le ames y supliques!


José María Hercilla Trilla
http://hercilla.blogspot.com
Salamanca 23 Junio 1997


(De mi Libro: “Canciones del Hermano”)
(Publ, en
www.esdiari.com Nº 644/07.01.07)

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