jueves, 17 de diciembre de 2009

313 - EL BESO QUE NO TE DI

EL BESO QUE NO TE DI (313)


Un beso tengo en la boca
quemándome como fuego
los labios que se negaron
a dar a mi madre un beso.

Tan sólo rocé su frente
con la punta de mis dedos
y sentí que se abrasaban
con el frío de su cuerpo.

Volví a tocarla, temblando,
con infinito respeto,
como se toca a una madre
cuando la madre se ha muerto.

Y aquel frío de la muerte
me produjo tanto miedo,
que el beso que de mi boca
a salir estaba presto
se me congeló en los labios
y en ellos se quedó preso;
y me volví tan cobarde
que no pude darle el beso,
pues temí quemar mis labios
con la brasa de aquel hielo...,
y así dejé que se fuera
-sin besarla- hacia los cielos.

Desde entonces en la boca
tengo esquinado aquel beso
al que no diera salida
y de ello me avergüenzo,
pues cada beso que nace
tiene un destino, y es cierto
que el beso que en su camino
no va a su destino recto,
en la boca se te enquista
y cual si fuera un divieso
va segregando pesares,
y va turbándote el sueño.

¡Tuve miedo de tu frío!

Fui un cobarde, -bien lo siento-,
que al darte el postrero adiós
me guardé el último beso.

¡Perdóname, madre mía,
como tú sabes hacerlo!


José María Hercilla Trilla
Salamanca, 15 Octubre 1997

domingo, 13 de diciembre de 2009

313 - EL BESO QUE NO TE DI

EL BESO QUE NO TE DI (313)


Un beso tengo en la boca
quemándome como fuego
los labios que se negaron
a dar a mi madre un beso.

Tan sólo rocé su frente
con la punta de mis dedos
y sentí que se abrasaban
con el frío de su cuerpo.

Volví a tocarla, temblando,
con infinito respeto,
como se toca a una madre
cuando la madre se ha muerto.

Y aquel frío de la muerte
me produjo tanto miedo,
que el beso que de mi boca
a salir estaba presto
se me congeló en los labios
y en ellos se quedó preso;
y me volví tan cobarde
que no pude darle el beso,
pues temí quemar mis labios
con la brasa de aquel hielo...,
y así dejé que se fuera
-sin besarla- hacia los cielos.

Desde entonces en la boca
tengo esquinado aquel beso
al que no diera salida
y de ello me avergüenzo,
pues cada beso que nace
tiene un destino, y es cierto
que el beso que en su camino
no va a su destino recto,
en la boca se te enquista
y cual si fuera un divieso
va segregando pesares,
y va turbándote el sueño.

¡Tuve miedo de tu frío!

Fui un cobarde, -bien lo siento-,
que al darte el postrero adiós
me guardé el último beso.

¡Perdóname, madre mía,
como tú sabes hacerlo!


José María Hercilla Trilla
Salamanca, 15 Octubre 1997

lunes, 7 de diciembre de 2009

(256) - A MI MADRE, MARÍA TRILLA

A MI MADRE, MARIA TRILLA MARTIN (256)
(07-01-1899 / 24-09-1992)

La mínima MARIA, fue tan dulce y tan buena,
que al morirse, la Muerte, le dejó la sonrisa
bailando entre los labios, el semblante apacible
y entreabiertos los ojos, como para mirarnos
con maternal afecto y en silencio pedirnos,
sonriendo, perdones, por habernos causado
dolor con su partida y huérfanos dejarnos,
desamparados, solos, desde ya para siempre.

La mínima MARIA, paciencia y cortesía,
humildad y ternura, amoroso desvelo,
de cuyos labios nunca se escapara palabra
de queja o de reproche; que jamás pronunciara
una crítica adversa o malévola frase
que a su prójimo hiriera, supo guardar su boca
de terrenal pecado, y por eso, a su muerte,
el Señor, la sonrisa le dejó entre los labios
exangües y entreabiertos, para darnos la prueba
a sus huérfanos hijos, de haber sido elegida
para entrar en el Cielo y con todos los Santos
gozar de las promesas que Cristo nos hiciera.

La mínima MARIA, que fue tan dulce y buena,
que ni venial pecado cometiera en su vida,
ha subido a los Cielos y de Dios a la diestra
se encuentra ya sentada, seguro que buscando
la forma de esconderse entre los elegidos,
como humilde violeta del jardín del Señor.

Jamás la olvidaremos quiénes hemos tenido
el gozo de ser hijos de madre tan perfecta,
-que nunca merecimos-, y a la que no he sabido
-estoy seguro de ello- amar tal como ELLA
supo amarnos a todos, con su extrema bondad.

José María Hercilla Trilla
Avila, 24 Septiembre 1992