lunes, 21 de julio de 2008

334 - RAZONABLE RESPUESTA

RAZONABLE RESPUESTA (334)


¿Y para qué, me digo? Ya dirás para qué
-después de medio siglo- tenemos que encontrarnos.

Yo ya no soy aquél de aquellos años mozos,
cuando nos conocimos; ni tú serás tampoco
aquella que recuerdo: la más guapa de todas,
la más encantadora, de más dulce sonrisa,
de más rubios cabellos, de labios más jugosos.

Quizás hayas cedido a la insana nostalgia,
y al enterarte acaso de que aún estoy vivo,
hayas rememorado aquel tiempo lejano,
cuando yo te escribía aquellos malos versos
-tan malos como éstos- jurándote que siempre
habría de adorarte con amor infinito;
cuando las limpias aguas del literario Tormes
se tornaban espejo al asomarte a ellas,
en las tardes sin prisas del vivir pueblerino,
bajo la enhiesta guardia de los chopos sonoros,
movidos por la brisa de abril en primavera.

No debiera cegarte la bruma del pasado
con sus rosadas sombras, engañosas y aleves.

La vida esta compuesta, -como un collar cualquiera-
por cuentas de colores, las unas colocadas
al lado de las otras, sin que puedan tocarse
las que no estén contiguas, ni tampoco mudarse
las unas con las otras, al azar entre ellas.

Cuando el cambio se hace y se mezclan las cuentas,
el collar resultante es otro diferente,
no el collar primitivo que engarzamos viviendo.

Con la vida sucede, también, que está formada
por etapas distintas, contiguas en el tiempo,
pero no intercambiables cronológicamente.

Pretender que el pasado irrumpa en el presente
y el orden nos altere de las cuentas que forman
el collar de la vida, equivaldría acaso
a incurrir en pecado, enmendando la plana
al Señor que nos diera solamente una vida
y un vivir en tres tiempos: de pasado brumoso,
presente atosigante e ilusorio futuro.

Es vano todo intento de trastocar el orden
por Dios preestablecido en sus sabios designios.

Te agradezco el recuerdo, y puedo asegurarte
que yo frecuentemente te traigo a la memoria,
evoco tu figura y aquellos tiempos idos
en los que nos amamos como sólo se pueden
amar dos criaturas, para quiénes la vida
empieza y se termina en el círculo estrecho
de su amor provinciano, inexperiente y limpio
como un radiante día de abril en primavera.

Aquella hermosa cuenta del collar que lucimos
y entonces refulgiera cual joya diamantina,
no queramos ahora transformarla en la cuenta
sobada de un rosario, rezado en penitencia
por lo que pudo ser, pero no fuimos ambos
capaces de lograr que al fin lo fuera.

Es mejor que sigamos en paz nuestros caminos,
sin volver a encontrarnos, guardando cada uno
la imagen que del otro evoca la memoria,
juveniles amantes, vibrantes con el fuego
de aquel amor de entonces, que creímos eterno
y al fin vino a morirse de distancia y de frío.

Encontrarnos de nuevo me recuerda aquel verso
que decía mi suegra, y que viene a este caso,
como viene un anillo al dedo de una mano:

"Una vieja y un viejo
dormían juntos,
por que tenían miedo
de los difuntos".


José María Hercilla Trilla
www.hercilla.blogspot.com
Salamanca, 2 Junio 1998

(De mi Libro: “Íntimas”)

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