jueves, 1 de mayo de 2008

288 - EL REGRESO

EL REGRESO (288)



Estoy cansado, muy cansado;
no cansada mi alma volandera,
ni agotado mi espíritu insaciable.

Lo cansado es mi cuerpo, son mis piernas,
cada día más torpes y pesadas,
no sé si por los años que sustentan
o quizá desgastadas por el uso
al haber recorrido tantas tierras
en este peregrino nomadeo
en busca de la meta.

No sé si en Salamanca, que hoy me acoge
entre la luz dorada de sus piedras,
encontraré la meta que persigo
y el sosiego y la paz que busco en ella.

Lo cierto es que no quiero ya moverme
de esta bella ciudad que conociera
hace muchos, pero que muchos años...

Yo tenía catorce primaveras
-como catorce versos de un soneto-
y al andar por las calles y plazuelas
de aquella Salamanca unamuniana,
en aquel primer año de post-guerra,
mis ojos se anegaban, asombrados,
en esa luz dorada que la llena
y que obliga al viajero a que regrese
para vivir y hasta morir en ella.

Recuerdo como entonces no sentía
ningún peso en las piernas
al correr Sancti Spiritus arriba
hasta dar con mi cuerpo en Canalejas.

(No sé si es que tenía menos años
o, tal vez, Salamanca menos cuestas.)

Lo peor es que vuelvo a Salamanca
con más años de los que yo quisiera,
cuando la vida se me va acabando;
y además de quedarme poca cuerda
para andar el final de mi camino,
el tramo que me resta
-con eso del cansancio y la fatiga-
he de andarlo arrastrando las piernas.


José María Hercilla Trilla
www.hercilla.blogspot.com
Salamanca, 19 Febrero 1995

(De mi Libro “Itinerario sentimental.- Canc. Salmantinas”)

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