jueves, 22 de mayo de 2008

520 - LIBERACIÓN

Liberación (520)

(Animus iocandi scriptus est)

La muerte no es apenas otra cosa
que una eterna clausura en el silencio
de un lugar apartado, entre cipreses,
-o también sin cipreses, da lo mismo-,
una siesta apacible, sin urgencias,
sin relojes, llamadas enojosas,
inspectores molestos e incordiantes,
además de sin ese revoltijo
de torpes salvapatrias desnortados
-a veces hundepatrias ignorantes-
que han resuelto el problema de sus vidas
a costa de amargarnos a nosotros
-el “pueblo soberano”, así nos llaman-
la existencia con cargas tributarias
que se van en pagarles sus haberes,
asistencias y dietas y gabelas….

No es que yo tenga prisa por morirme;
me encuentro muy a gusto entre los míos,
mas la edad avanzada de que gozo
me conduce a pensar frecuentemente
en las coplas famosas que decían
aquello de la vida y de los ríos
que acaban en la muerte y en los mares,
y es lo cierto que ya, desde estos años,
el ruido de esa mar se oye muy cerca
y la muerte … tampoco andara lejos.

No me asusta esa muerte que presiento;
he llegado a una edad que sólo pocos
consiguen alcanzar – a los ochenta-,
y he vivido de todo en esta vida,
de lo bueno, lo malo y lo más malo,
y puedo presumir de no haber hecho
-por lo menos de forma voluntaria-
daño alguno a quienes van conmigo,
ni tampoco a quienes se cruzaron
fugazmente conmigo en las etapas
de este largo camino que se agota.

Mil gracias debo dar, -es de justicia-,
a esta tropa aferrada al Presupuesto,
que grita y que berrea y que se insulta,
que vive obsesionada con el mando
mientras deja que España se deshaga
en “naciones” diversas, nacioncillas
de las de tres al cuarto, ciertamente,
y hace que me sienta, triste cosa,
alegre con mi muerte, si con ella
dejo al fin de sufrir su incompetencia,
no siendo ya testigo de sus pifias.

Que el Señor les perdone. Voy a irme
y espero no encontrarme ya con ellos
en mi nuevo lugar definitivo,
pues eso supondría haber entrado
en los mismos infiernos, y eso es cosa
que creo no merecer ¿no les parece?.

Lo siento por los míos, por vosotros,
amigos verdaderos que aquí dejo,
que tendréis que cargar con el tormento
de seguir soportando salvapatrias
-o hundepatrias en muchas ocasiones-
y pagando tributos abusivos
y escuchando sus huecas discusiones
que a nada les conducen, salvo, acaso,
a insultarse, y a veces hasta incluso
a acordarse –sin duda- de sus madres,
santas madres que nunca supusieron
que iban a sufrir tales afrentas.

Yo me voy, torpe tropa gobernante,
y me voy satisfecho, porque dejo
de veros y de oiros, y de seros
obligado testigo de los muchos
errores que delatan vuestra talla,
del todo insuficiente para el cargo
que todos os habían confiado.

¡Que ustedes sigan bien, señores míos!
Con ustedes la muerte no es tan mala;
supone no tener que soportaros
a cambio de dormirse eternamente…..


José María Hercilla Trilla
www.hercilla.blogspot.com
Salamanca, 15 diciembre 2.006


(De mi Libro: “Íntimas”)
Publ.- Es Diari, Nº 642/24.12.06

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