sábado, 17 de mayo de 2008

537 - UN AÑO Y OTRO AÑO

Un año y otro año (537)


Un año, y otro año, y Dios quiera
concederme otros años todavía
en que pueda volver a La Alameda,
a gozar de su paz y su silencio,
sentado o paseando en estas sombras
y viendo como el Tórmes se desliza
a mi lado, besando las riberas
y sus huertas cuajadas de verdura.

Un año y otro año, y no me sacio
de ver este paisaje tormesino
que serena mis ojos con sus verdes,
desde el verde esmeralda primavera
de los brotes pujantes primerizos
del álamo sonoro que me acoge
brindándome su sombra protectora,
a los verdes oscuros emboscados
en los recios alisos centenarios
que jalonan caminos y veredas…

Es una sinfonía de colores
donde el verde es rey de todos ellos,
seguido del azul, que lo divide
con su cinta de agua itinerante
pugnando por su cauce salmantino,
el de dorada piedra unamuniana,
de las altivas torres, que me esperan
al final de estos meses deleitosos,
pasados en el manso y recoleto
refugio de esta villa veraniega
donde habré de dormir mi último sueño…

Detrás de La Alameda, en suave loma,
la Iglesia parroquial, con su alta torre
coronada de nidos de cigüeñas;
río abajo, la mole del Castillo,
recuerdo de los Alba de aquel tiempo,
que no sé si de tiempo dispondrían
-con su andar batallando por el mundo-
para poder gozar sus posesiones;
a la orilla del río, en la otra orilla,
cruzando el viejo puente de ocho arcos,
la Ermita que cobija al Santo Cristo,
que aquí llaman del Caño, nombre éste
derivado del caño de la fuente
que mana sus dos chorros junto a ella,
sin que el tiempo agote su venero…

Es más de medio siglo, ¡muchos años!,
de venir a gozar en La Alameda
la sombra y el silencio que me acogen
y me brindan su paz inenarrable
en estos suaves meses del verano,
lo que ha hecho que esto se convierta
en un rito sagrado, una costumbre
que me va a ser costoso abandonarla.

Por eso pido a Dios, año tras año,
que me alargue la vida y me conceda
volver el nuevo año, y hasta incluso
alguno que otro más… Yo no me canso
de ver, una y mil veces, el paisaje
del río, de la ermita y La Alameda.

Así se lo confieso al Santo Cristo
cuando vengo a rezarle, cada día.
Espero que me escuche y me conceda
la gracia que le pido humildemente:
¡Otro año, Señor, dame otro año!


José María Hercilla Trilla
www.hercilla.blogspot.com
El Barco de Ávila, 20 Agosto 2.007


(De mi libro: “Penúltimas”)
(Publ. en
www.esdiari.com Nº 678/02.09.07)

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