viernes, 9 de mayo de 2008

055 - EL ÁRBOL DE MI VIDA

EL ARBOL DE MI VIDA (055)

Un día te despiertas y conoces
que el final del camino ya está cerca,
y que tienes pendientes tantas cosas
que no podrá cumplirlas aunque quieras,
pues el tiempo se te ha ido de las manos
raudamente, sin darte apenas cuenta,
como el agua se marcha entre los mimbres
retorcidos y tensos de una cesta.

Y al final del camino te apercibes,
con un hondo dolor que te envenena,
de todo lo que ansiaste y no cumpliste,
creyendo torpemente que la meta
era un hito lejano en tu sendero,
y no podrás dar cima a tu tarea,
que habrás de abandonar, inacabada.

Aquel árbol frondoso que yo era,
repleto de inquietudes y ansiedades;
aquel árbol cargado de apetencias,
cuyas ramas tendían hacia el cielo
sus brotes temblorosos de hojas tiernas,
en busca del secreto de la vida,
en busca del Amor y de la Ciencia;
aquel árbol de savia prepotente
que supo capear cien mil tormentas,
desafiando impávido mil rayos,
hundiendo sus raíces en la tierra
en busca de los jugos eternales
escondidos debajo de las piedras,
al tiempo que sus ramas se elevaban
ofreciendo su flor a las abejas;
aquel árbol mecido por el viento,
tremolante de amor y de impaciencia,
que buscaba las fuentes de la vida,
tanteando impaciente las tinieblas
con una sed febril e inextinguible
de hallar a Dios y su Verdad eterna;
aquel árbol de un verde lujuriante,
erguido al sol en juvenil bandera,
ha trocado sus flores y sus frutos,
el verde jade de sus hojas tiernas,
en un follaje de color dorado
que el aire, impertinente, zarandea,
arrancando sus hojas una a una,
para hundirlas, al fin, bajo la tierra...

Aquel árbol, espejo de mi vida,
de erguido tronco en vertical perfecta,
pletórico de savia y de deseos,
va sintiendo sus ramas medio secas,
pues los jugos vitales, el invierno
de la vida que pasa, los congela.

Mi corazón es ya un seco guiñapo
que late impulsado por la inercia,
transvasando una sangre empobrecida
a lo largo de todas mis arterias,
manso regato, testimonio mudo
de aquel torrente que antaño sacudiera
con riego alborotado y presuroso
los pulsos de mis sienes y muñecas.

¡El tiempo se me ha ido de las manos
como el agua guardada en una cesta!

¡¡El árbol de mi vida, medio seco,
ya tiene vocación de ser madera!!


José María Hercilla Trilla
htpp://hercilla.blogspot.com
La Retuerta, 2 Agosto 1977

(De mi Libro: “Canciones de mis años idos”)
Publ, en
www.esdiari.com Nª 711/20.04.08)

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