lunes, 18 de agosto de 2008

LXXX CUMPLEAÑOS


LXXX CUMPLEAÑOS


¡Ya cumplí los ochenta.! Brava cifra,
redonda como un sol de primavera.

Y elijo esta estación, aunque bien creo
que este sol lucirá en todas ellas
con el mismo fulgor que luce ahora,
sin hacer distinción que nos merezca
precisar que es Abril, Abril florido,
el mes en el que estamos, y esta fecha
-día diez de este mes- es cuando cumplo
estos años redondos, los ochenta,
que no son –os lo juro- cualquier cosa,
sino –por el contrario- cosa seria,
que te obliga a pensar y hasta te dice
que debes de sentar ya la cabeza,
pues ya eres mayorcito y por lo tanto
será bueno que ordenes tus ideas
y vivas como viven las personas
sensatas o que de tal se precian.

A fuerza de soñar viví alejado
de muchas de las cosas de esta tierra
-loca bola que gira en el espacio-,
de esas cosas que a los hombres les lleva
a agotar sus esfuerzos en la lucha
por lograr el poder y la riqueza,
olvidando que nunca un usufructo
se puede convertir en una eterna
posesión exclusiva y excluyente,
y que un día, cuando el azar lo quiera,
por muchas que atesores en la vida,
por rico y satisfecho que te sientas,
habrás de renunciar a su disfrute
y dejarlas atrás, en la cuneta,
sin poderlas llevar al otro mundo
y seguir disfrutando allí de ellas.

Quizá por convencido de que nada
dura más de cien años –es la meta-
y también convencido de que el oro,
ni el poder, ni la fama lisonjera,
igualan en valor a aquel que tiene
un limpio corazón y una conciencia
que nada te reproche o recrimine,
que te deje dormir –cuando te duermas-
sin torpes sobresaltos ni congojas,
sin temor a que alguien a tu puerta
acuda intempestivo, a cualquier hora,
a pedir y exigirte que des cuenta
del saldo resultante de tu vida,
quizá por todo ello las riquezas,
ni tampoco el poder, me preocuparon,
seguro de saber que hay otras metas
(vivir en libertad, honrado y digno)
no menos importantes aún que aquellas.

Ya es difícil cambiar, a estas alturas.
Es corto el trecho que por andar me queda,
y quisiera seguir siendo yo el mismo
que siempre fui: Un soñador de ideas,
abogado de causas imposibles,
en sus ratos perdidos un poeta
que al final de su vida reconoce
que tras mucho escribir, ni una peseta
sacó de su sentida poesía.

El día que me marche, y Dios quiera
dejarme aún algún tiempo entre vosotros,
os pido que pongáis así en mi esquela:
“”Ha sido un hombre honrado, un hombre digno,
soñador de imposibles, cuya meta
la cifró en el amor entre los hombres,
desdeñando el poder y la riqueza.””

José María Hercilla Trilla
Salamanca, 10 Abril 2.006

(De mi Libro: "Íntimas")

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