miércoles, 6 de agosto de 2008

458 - CUBRIDME LA CARA

CUBRIDME LA CARA (458)


Cubridme, sí, la cara
con un pañuelo
apenas certifiquen
que ya estoy muerto.

No quiero que me vean
ojos ajenos,
a los que nada importo,
y mucho menos
que los vuestros me miren
con desconsuelo.

Quiero que al recordarme,
vuestro recuerdo
me recuerde cual era
hasta el momento
de cerrarse mis ojos
y de mi pecho
-el alma que lo habita-
remonte el vuelo,
Dios sabe a qué regiones
o hasta qué cielos.

No me miréis la cara
después de muerto,
que no hay muerto ninguno
que agrade verlo.

El rictus de la muerte
les tuerce el gesto,
desencaja la boca
y arruga el ceño.

Al hombre más galano,
en un antruejo
lo transforma la muerte,
sin más remedio.

Así, pues, no miradme;
con un pañuelo
cubridme las facciones;
es lo que quiero.

Y si alguno viniere
con el deseo
de verme y despedirse
con el pretexto
de haber sido mi amigo,
decidle luego
que no estoy para nadie;
que hace un momento
he salido a la calle,
sí, de paseo,
a comprarme tabaco
para el trayecto.

Que deje la tarjeta,
que a mi regreso
le acusaré recibo
y de su afecto
me sentiré dichoso,
feliz, contento,
y si lo veis remiso,
sin daros crédito,
decidle abiertamente
que mi deseo
es que no se me exhiba
después de muerto.

¡A esto se reduce
mi testamento!


José María Hercilla Trilla
Salamanca, 8 Marzo 2002

(De mi Libro: "Íntimas")

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