miércoles, 13 de agosto de 2008

474 -- UN DÍA, FATALMENTE

UN DÍA, FATALMENTE (474)


Un día, fatalmente, dejaré de pensar,
dejaré de sentir,
y lo peor de todo, por cuanto ello supone
quebrar el juramento
que te hiciera aquel día de amarte eternamente,
dejaré de quererte
con todos mis sentidos, como te estoy queriendo
en este mismo instante,
como te quise entonces, cuando nos conocimos
hace ya tantos años
en una hermosa noche, bajo el cielo extremeño
que nos tendió su manto
de estrellas temblorosas, distantes y calladas,
testigos asombrados
de la pasión surgida en nuestros corazones.

Cuando llegue ese día
acéptalo en silencio, como final sabido,
como meta obligada
a la que todos hemos de llegar sin excusa;
y sobre todo, borra
de tu memoria cuantos disgustos te he causado
a pesar de quererte
como a nadie he querido. Perdóname y olvida;
no merece la pena
recordar los agravios ni cultivar rencores,
sobre todo si nunca
-el mal que pude hacerte- lo hice por herirte
deliberadamente.

No quiero que me llores. Me conformo tan sólo
con saber perdonadas
mis innúmeras faltas; y luego, al recordarme,
que evoques solamente
nuestras horas felices, sin recriminaciones.
¡Me conformo con eso!.

José María Hercilla Trilla
Salamanca, 11 enero de 2004

(De mi Libro: “Íntimas”)

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