viernes, 6 de junio de 2008

502 - EL PASO DE LOS AÑOS

EL PASO DE LOS AÑOS (502)

Lo bueno de los años
es que conforme avanzan
y vas envejeciendo
-sin prisas y sin pausas,
inexorablemente-,
las viejas telarañas
que nublaban tus ojos
e impedían ver claras
a personas y cosas
que en tu torno giraban,
se hacen transparentes
en los ojos del alma
y todo lo distingues
como jamás soñaras,
y hasta incluso te atreves
a opinar y juzgarlas.

Conforme se envejece
y aumenta la distancia
-en años, bien se entiende,
en arrugas o en canas-
entre quienes te siguen
y tú, que te adelantas,
y te alejas de todo
lo que te rodeaba,
es que ves, asombrado,
que tu vista es más clara
de lo que siempre fuera;
que se cayó la gasa
que, como una neblina,
la visión deformaba
y el juicio mantenía
en una duda mansa,
con un temor constante
de no ser acertada
tu opinión sobre gentes
que creías más sabias.

Con el paso del tiempo,
hoy, aquellos que mandan,
bien pueden ser tus hijos,
y ningún hijo guarda
recónditos secretos
a la aguda mirada
de un padre preocupado
por lo que su hijo trama,
por muy secretamente
que intente que su hazaña
nos sea desconocida
hasta verla alcanzada.

Por eso, lo que observo,
al volcar mi mirada
sobre esta gente joven
que nos gobierna y manda,
es que creo que ni ellos
tienen las cosas claras,
ni saben dónde pueden
llevarnos en la barca
en que vamos montados,
antes llamada España,
y que ahora no acierto
cómo quieren llamarla,
ni entre cuantas naciones

partirla o trocearla.

Yo no sé qué poeta
decía, cuando hablaba,
que - a los ojos de un viejo-,
tenían las muchachas,
el pecho transparente,
cual ceñido por gasas
sutiles, incapaces
de estorbar la mirada
que, buscando secretos,
sobre ellas resbalaba.

Pues sí, mi buen amigo,
eso mismo nos pasa
a los octogenarios
al mirar esta casta
de intrépidos y jóvenes
salvadores de patrias
que nos tienen en vilo,
al observar la extraña
singladura emprendida,
esta huída alocada,
sin rumbo prefijado
ni meta señalada,
llevados a la fuerza,
tal vez por ignorancia
de quienes nos conducen
quizás hacia la nada
o a trocear la patria
en cien reinos de taifas,
extraños entre ellos,
sin mirarse a la cara,
tal vez avergonzados
de la burda patraña
que tragar nos hicieron
sin dejarnos negarla.

Estos ojos cansados,
mas de aguda mirada,
capaces de prever
y ver en la distancia
las torpes consecuencias
de las muy mal pensadas
normas legislativas
que dividen España,
pueden hacer muy poco
para intentar pararlas,
limitándose sólo
a tragarse las lágrimas
por el dolor que sienten
en el fondo del alma.

José María Hercilla Trilla
www.hercilla.blogspot.com
Salamanca, 20 Abril 2.006

(De mi Libro: “Íntimas”)

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