sábado, 29 de marzo de 2008

LA VACILANTE DUDA (538)

La vacilante duda (538)

La duda, sí, la vacilante duda
que el alma me conturba y me desplace,
no ya como otras veces, cuando estaba
a mitad del camino de la vida
y pugnaba buscando el gran secreto
del misterio insondable de la muerte,
poniendo en esa busca desnortada
un cincuenta por ciento de razones
y otro tanto de fe, que no era poco.

La duda sigue ahí, siempre presente,
como una antigua amiga machacona
que insiste y a su antojo me atormenta,
haciéndome preguntas repetidas,
sabiendo que carezco de respuestas
que pueda suscribir como acertadas.

Lo bueno es que a esta altura de la vida,
cuando sabes que vas a abandonarla
-incluso habiendo suerte, muy en breve-,
convencido al fin de que no hay hombre
que dure más de un siglo y de que todo
aquello que tuviste fue tan sólo
gozado en usufructo transitorio,
llegado ya a este punto te convences
que es inútil buscar tres pies al gato,
que muy pronto tendrás –de eso que dudas-,
la exacta solución que te inquietaba.

Cuando vuelve la duda a interrogarme
no pasa de inquietarme levemente,
no me altera los pulsos, como antes,
seguro como estoy de que el misterio
me habrán de desvelar sin que yo ponga
gran cosa por mi parte, solamente
con llegar al final de mi camino
y dormirme definitivamente.

José María Hercilla Trilla
Barco de Ávila, 11 Septbre 2.007


(De mi libro “Fides”)
(Publ. En
www.esdiari.com del 6-1-08, Nº 696)

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