miércoles, 26 de marzo de 2008

10-8

Período post-electoral

Entra Polidoro en mi jurisdicción, antes despacho profesional, hoy limitado y recoleto escritorio de senectud, y lo hace con cara de pocos amigos. Me felicita el santo –San José-, y después, enarbolando el periódico, exclama, airado, que está harto de penitencias, antes por período pre-electoral, después por electoral de lleno, y ahora, ¡Virgen Santa!, por sucesivos días de encuestas y previsión de alianzas gubernamentales, como si las encuestas sirvieren de algo, y como si los políticos fueren previsibles en cosa alguna.
Esto no hay quien lo soporte, José María –me dice-; creíamos que nuestra obligada penitencia cuaresmo-electoral acabaría con la entrega de nuestros votos, pero nos equivocamos. La tortura, por no decir la tabarra política, prosigue, no obstante haber dejado de ser ciudadanos, para quedar de nuevo convertidos en tan sólo meros contribuyentes por otro período cuatrienal. Abres el periódico y casi todo son encuestas públicas, seguidas de expertas opiniones de periodistas y politólogos varios sobre lo que pasó o pudo pasar, sobre lo que hicieron bien o hicieron mal los candidatos, sobre lo que puedan o piensen perpetrar en el futuro, etc., etc. Ya sabemos que son tiempos cuaresmales los tiempos electoreros, pero toda cuaresma tiene un plazo limitado y viene luego un sábado de gloria. Déjennos ya tranquilos, por favor y con su pan se lo coman.
Te doy la razón, amigo Polidoro –le digo-; esto de la política es muy parecido a lo de las finanzas, que entre ellos se lo guisan y –lo que es peor- entre ellos se lo comen, sin dejar que caiga miga alguna al suelo. Si ya cumplimos con nuestra obligación de votar, casi siempre “en contra de” –a poco que hubiésemos reflexionado sobre “ellos”-, y pasamos de nuevo al sufrido y paciente papel de meros contribuyentes, séanos respetado –por lo menos- este inane estado, sin seguir atormentándonos con encuestas realizadas a masas -presumiblemente ignorantes- y con vanos augurios de expertos periodistas y politólogos. Quizá la excusa que justifique la molesta presencia de encuestadores y expertos opinadores, venga dada en que de algo han de vivir los que a esos juegos se dedican. Si no cobrasen por ello, por darnos la tabarra, quizá fuere posible que a otra más útil actividad dedicasen su tiempo.
He pensado muchas veces, José María, en la utilidad de los políticos, tal vez necesarios en los albores de la cultura, cuando los mejores y más sabios de entre los ciudadanos habían de cuidar obligadamente de la polis o de la civis. Hoy, a estas alturas de la civilización, con un reducido senatus, integrado por sabios ancianos o por ancianos sabios, elegidos mayoritariamente para dictar la leyes que fueren precisas en cada momento o rectificar las oportunas, dadas anteriormente; con unos funcionarios competentes –los estrictamente necesarios-, para ejecutarlas y hacerlas cumplir; y con unos jueces justos para castigar severamente su incumplimiento, me atrevo a creer que bastaría para que los pueblos pudieren vivir en paz y progresar en todos los sentidos. Todo lo demás son ganas de complicar las cosas y de gravar al contribuyente, que bastante tiene con sacar adelante a la familia propia, para que además tenga que sacar la de todos aquéllos que a la política se dedican y de ese entretenimiento viven. ¡Y cómo viven! Con tarjeta Visa Oro, a cargo del santo Presupuesto, que es la mejor forma de vivir. Que ésa es otra. ¿A santo de qué hay que dar una de esas Tarjetas Visa Oro a un político, sea éste quien sea? Si el político se ve obligado a hacer un gasto en función de su cargo público, con pedir el correspondiente justificante y presentarlo para que sea visado por el Interventor, como paso previo a su reintegro, basta. Es lo que siempre hemos hecho los contribuyentes a lo largo de toda la vida, sin usar de Tarjetas Visa Oro ningunas. Hay que ser un santo para suponer que quien vive con una de esas Tarjetas en el bolsillo no va a excederse en su uso. En vez de cantarse hoy aquello de “Mamá, quiero ser artista”, no es de extrañar que se cante –aunque sea por lo bajini-, lo otro de “Mamá, quiero ser político y tener una Visa Oro”. ¡La gloria, el desiderátum, la repanocha,…..!
Tal vez tengas razón, Polidoro. Por mi parte, abajo las Tarjetas esas que dices, que jamás resultan acordes con la austeridad que pregonan los políticos….., pero que sólo a nosotros nos exigen. Los políticos, todos ellos, y sobre todo los que presumen de izquierdas –dime de qué presumes y te diré, etc., etc.-, deben predicar con el ejemplo. Muchos de ellos me recuerdan a un sujeto de mi pueblo, allá en mis mocedades, conocido el hombre como Remigio, El Colorines, que, algunas cosas, siempre las veía en rojo. Los muchachos le enseñaban un puñado de lozanas hojas verdes, sólo por oírle decir que eran de color rojo y hacer chacota de él. Al final vinimos a descubrir que lo suyo era daltonismo y nada más, nada de afición al rojo. Lo que parece ser que le pasa hoy a más de uno, que confunden una suite en un hotel de cinco estrellas con la habitación de la pensión que frecuentaban antes. Unas cosa es pensar en izquierdas, y otra muy distinta vivir con arreglo a esa idea, a lo que palmariamente contribuye pagar las cuentas con cargo a la Tarjeta Visa Oro. O no tener que pagarlas en forma alguna. Tira el periódico, Polidoro, y no te amargues la existencia, que bastante tienes con hacer el par de sudokus, para que encima malgastes tus horas en leer politiquerías, que –te lo juro- ni te van, ni te vienen. La política, como la bolsa, no es lo tuyo, no es lo nuestro, que es cosa reservada para unos pocos, y tú no estás entre ellos, los elegidos. Celebra el Domingo de Gloria, como siempre hicimos, y que Dios sea con todos.

José María Hercilla Trilla
www.hercilla.blogspot.com
Salamanca, 19 Marzo 2008

(Publ. en www.esdiari.com del 23-3-8, Nº 707)

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