miércoles, 3 de junio de 2009

408 - POR LA RIBERA ADELANTE

POR LA RIBERA ADELANTE (408)



Por la Ribera adelante
en silencio voy andando,
mientras la tarde pausada
se dirige hacia su ocaso
sin cuidar del paseante
silencioso y solitario
que discurre lentamente
entre huertas y sembrados,
gozando sus soledades
y el dulce y sonoro canto
de las aves escondidas
de las ramas en lo alto,
ramas que acaricia el aire,
moviéndolas a su paso,
haciéndolas repicar
como diminutos crótalos.

El Tormes, con su murmullo
apenas turba el encanto
silencioso de esta tarde,
-apenas pespunteado
de trinos-, y quedamente
acompaña en tono bajo
al cantarino concierto
de las hojas y los pájaros.

Por la Ribera prosigo
mis paseos, al amparo
de estas altas alamedas,
cuyos troncos zanquilargos
se elevan hacia los cielos,
cual si estuvieran rezando
al Buen Dios en las alturas,
Aquél que cuida los pájaros,
hace florecer las flores
inocentes de los prados,
y fructifica las huertas
de alubias y de manzanos;
el Dios que buscan los hombres
cuando están necesitados,
y del que luego se olvidan
los demás días del año.

Los árboles, vegetales,
-quizá por eso no ingratos-,
constantemente dirigen
sus ramas hacia lo alto,
como pidiendo perdones
por todos nuestros pecados.

Con sus ramas extendidas,
ramas que semejan manos,
de Dios proclaman gozosos
el repetido milagro
de que el Sol de cada día
resurja sobre estos campos,
por los que yo me paseo
silencioso y solitario,
acordándome de Dios,
que quizá me esté mirando
desde la celeste altura
a la que apuntan los álamos.

Mientras Dios me lo permita,
yo seguiré paseando,
e hilvanaré como pueda
mis versos de solitario,
recorriendo La Ribera
tormesina, paso a paso,
bajo las sombras amables
de la alameda del Barco.


José María Hercilla Trilla
Barco de Ávila, 28 Diciembre 1999

(De mi Libro: "A orillas del Tormes.-
Poemario barcense")

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