jueves, 18 de septiembre de 2008

363 - UN DÍA, DE REPENTE ...

UN DÍA, DE REPENTE (363)



Un día, de repente, te apercibes
de que todo te sobra y que es preciso
arrojar por la borda el equipaje
que fuiste acumulando poco a poco
en tu muy vacilante singladura.

La creistes eterna, y era sólo
paréntesis fugaz, breve respiro,
apresurado paso hacia la nada,
tan rápido ese paso que ni huellas
dejaba perceptibles a los ojos,
ni tampoco quizás en la memoria
de quienes compartieron tu camino.

Ese día, quebrada la esperanza,
serenamente calmo y convencido
de que todo fue un sueño irrepetible
-trufado de molestas pesadillas-,
parece que despiertas a la vida
y constatas que el sueño se ha acabado
y que todo te sobra y es ajeno,
excepto –claro está- los sentimientos,
verdadero motor de tus desvelos.

Consciente de que el día que aquí os digo,
es llegado hasta mí calladamente,
lo acepto resignado y me dispongo
a cumplir con la norma que me obliga
a irme desasiendo de las cosas,
para luego, “ligero de equipaje”,
subir a las alturas celestiales
o hundirme para siempre en el olvido.

No tengo nada más. Cuánto lo siento.
Os dejo cuanto tengo. Cuatro cuartos,
-que os juro que son fruto de un trabajo
honradamente hecho y bien ganados-;
cuatro libros, -inéditos algunos-;
un apellido limpio, indiscutido;
y puestos a dejar, también os dejo
mi viejo corazón, medio averiado.

(Recias dudas y fe se contraponen,
sin cejar un instante en su contienda,
inútil como todas las que libran.)

En su centro, estrechamente unidos,
estais todos vosotros. Os lo entrego.
Ya no lo necesito. Ya he llegado.

José María Hercilla Trilla
Almuñecar, 14 Julio 1999

(De mi Libro: "Fides")

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