jueves, 1 de octubre de 2009

579 - ¡ABAJO LAS CADENAS!


¡ABAJO LAS CADENAS! (579)

Parece una incongruencia: Una más o una menos,
¿qué importancia tiene eso?

De joven, lleno de fuerza, sometía mi escritura
a los rigores del verso,
cuidando medida y rima, procurando no excederme
en ninguna de ambas cosas,
buscando las consonancias -en ocasiones esquivas-,
o usando del asonante
-más fácil generalmente-, hasta lograr una obra,
que aunque débil en el fondo,
pudiera ser admitida entre las personas cultas
como una obra aceptable,
aunque el lector fuese ajeno a los sudores sufridos
por aquel joven poeta,
o aquel poeta aprendiz, que entretenía sus ocios
escribiendo en la alta noche
del pueblerino lugar donde vivía alejado
del mundo y sus tentaciones.

¡Cuantas las noches pasadas ante el pliego de papel,
aguardando el campaneo
del reloj del municipio, el rompedor del silencio
de la alta madrugada,
para a eso de las cinco guardar papeles y libros
y retirarme a dormir,
con la conciencia tranquila de haber estudiado un rato
y otro rato haber escrito,
siempre sujeto a las normas de una métrica exigente
que limitaba mis ansias
de explayarme a mis antojos, conforme me conviniera
o exigiera mi discurso!

Transcurridos ya mil años, cuando al final me aproximo,
liberado de ataduras,
escribo como me place y satisfago aquel sueño
de prescindir de la rima
que me amargaba las noches, y me río como un loco
de asonantes facilotes
y consonantes esquivos, procurando solamente
que la idea sea clara,
y que se exprese con ciertas medidas irrenunciables,
pues si prescindes de ambas
-de la medida y la rima-, viene a quedarse lo escrito
en una prosa cortada,
sin ritmo alguno asequible al oído del que lee,
que, al final, renuncia a hacerlo
y te tira a la basura para que en ella te pudras.

Por eso antes decía
que cuando, pleno de fuerzas, escribía mis poemas,
me encontraba prisionero
de la métrica estudiada, mientras que en estos momentos,
cuando las fuerzas me faltan,
me rebelo a esa medida, a esa rima esclavizante,
y escribo como me place,
teniendo sólo cuidado de no decir necedades,
de que el fondo de mis versos
pueda placeros a todos y su lectura no os sea
un tormento inaguantable.

Por eso decía antes que creo una incongruencia
haber esperado tanto
para ahora sacar fuerzas -cuando ya fuerzas no tengo-,
y renegar de las normas
que, sobre medida y ritmo, amargáronme la vida,
en mi juventud lejana,
convirtiéndome en esclavo sujeto a su tiranía.

Hoy puedo gritar ufano
el viejo grito de guerra, de que “Abajo las cadenas”;
liberado de ataduras,
escribo como me place, preocupado solamente
de que lo escrito no sea
una prosa entrecortada que carezca de cadencia,
que tenga cierta armonía,
que no lesione el oído del lector desprevenido
que amablemente me lea,
que bastante sacrificio hace el pobre, para encima
torturarle los oídos
con geniales tomaduras de pelo, cual se acostumbra
en el mundo de las letras,
donde parece que alguno quiere dar gato por liebre,
y hasta a veces lo consigue.

Escribo como me place, y lo único que siento
es no haberlo realizado
unos cuantos años antes, cuando tenía la vida,
toda ella, por delante,
y no ya en estos momentos, cuando el camino se acaba,
cuando el cansancio te agobia,
el horizonte se cierra y no cabe hacer proyectos
de futuro, puesto que éste
ya no existe -y si existiera-, es tan breve que no admite
absurdas divagaciones,
esas que suelen hacerse cuando te sientes aún joven
y la vida te sonríe.

De nuevo lo digo y grito, mientras me dure la cuerda,
lo de “Abajo las cadenas”,
para seguir escribiendo con libertad absoluta,
poniéndome por montera
lo que puedan criticarme aquellos que no comulguen
con mi estilo y mis maneras.

José María Hercilla Trilla
Salamanca, 2 Julio 2009

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