miércoles, 13 de mayo de 2009

PUESTA DE SOL (171)

En la tarde, que muere a borbotones
y desgrana en su reloj de arena
o en la clepsidra del cercano estanque
los últimos minutos que le restan,
el mundo difumina sus perfiles
y el silencio, como una sombra espesa,
desciende de lo alto de las cumbres
que rematan las empinadas cuestas,
y a su paso enmudecen los ganados
y el aire se detiene entre las peñas.

Una paz enervante va envolviendo
este campo de insólita belleza,
en el que todo calla mansamente:
El aire, que ha parado sus carreras;
las liras de los árboles cercanos,
viejos olivos de grises cortezas,
cuyas hojas, vibrantes hasta entonces,
su murmullo asordinan, y silencian
finalmente la música acordada
que al labriego acompaña en su faena;
el mugido profundo de unas vacas
paciendo la jugosa y fresca hierba
en un prado esmeralda que se extiende
siguiendo aquel camino, a la derecha;
los balidos que lanzan impacientes
de un rebaño las bíblicas ovejas,
buscando presurosas el amparo
del seguro redil donde las cierran...

Los pájaros, posados en bandadas
después de su arribada bullanguera,
por fin, acomodados en las ramas
de olivos, alcornoques o de higueras,
aguardan silenciosos que la tarde
decline y que la luz al fin se muera.

Por los duros atajos y senderos
los hombres se dirigen a la aldea,
cansados por un día interminable,
arreando a las cansadas bestias,
-unos pobres burrillos agobiados
con el peso excesivo de la leña-.

Todo es calma. La tarde desangrada
gota a gota, en silencio, mientras llega
la noche con su manto de brocado
cuajado con la luz de mil estrellas,
el alma conturbada nos conmueve
con una dulce sensación de pena,
haciéndonos pensar en lo fugaces
que son todas las cosas en la tierra.

De todos los silencios de la tarde,
el silencio que más me desconsuela
es el hondo silencio en que me hundo
al callarse de pronto mis abejas.


¡Entonces el silencio es absoluto
y la tarde parece que está muerta.!

Ha caído la noche finalmente
y Dios en las altura nos contempla...

Levanto la mirada y me pregunto:

¿Qué pensará el Señor cuando nos vea.?



José María Hercilla Trilla
Barco de Avila, 7 Junio 1987

(De mi Libro: "Canciones extremeñas")

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