sábado, 23 de mayo de 2009

056 - NOBLE VILLA ESCONDIDA...

NOBLE VILLA ESCONDIDA... (056)



Un río de montaña
con aguas cristalinas
que bajan desde Gredos
en un cauce de guijas,
saltando alegremente
sobre rocas pulidas
por el roce abrasivo
de piedras y arenillas
que las aguas arrastran
en sus horas de ira.

Un río de montaña
que raudo se desliza
desde el alto venero
colgado de la cima
del Almanzor inmenso,
y entre gratas umbrías
de alisos verdeantes
que alegran sus orillas
o entre prados jugosos
de luz esmeraldina,
va siguiendo su curso
con esa alegre risa
de todo lo que es joven
y se sabe con vida.

Un río de montaña
en cuyas claras linfas
se ven nadar las truchas
de coloradas pintas,
musculadas, potentes,
de piel resbaladiza,
que saltan vigorosas,
-saetas argentinas-,
en busca de un insecto
con que llenar sus tripas.

Y dos puentes, tendidos
entre sus dos orillas,
que como Viejo y Nuevo
las gentes denominan.

Y a la entrada del Viejo,
una pequeña Ermita,
-la del Cristo del Caño-,
cuya imagen divina
lleva todo barcense
en el alma prendida.

Y en el trozo de tierra
que ambos puentes limitan,
alzado alegremente
en su derecha orilla,
un pueblo primoroso
de esta alta Castilla,
que a quiénes lo conocen
para siempre cautiva.

Hace ya muchos años,
en un dichoso día,

descubrí este paisaje
del Tormes y su Villa,
y quedaron unidos
para siempre a mi vida.

Lugar más agradable,
ni vida más tranquila,
no puede descubrirse
en nuestra geografía.

Vieja Villa del Barco,
que a reposar convida
entre tus buenas gentes
honradas y sencillas,
para olvidar trabajos
y restañar heridas.

En estas tardes claras,
en estos largos días,
me empapo en tu belleza
y sentado a la orilla
de este Tormes riente
que bajo el sol rutila,
te miro ensimismado
y mi melancolía
-como nube en el aire-
al verte se disipa.

Blanca Villa del Tormes
que me endulzas la vida
con el reposo grato
de tu hermosa campiña,

de tus huertas feraces,
de tus horas sin prisa...

Tu Iglesia portentosa,
con esa rejería
que es prodigio de arte
y que todos admiran;
tu castillo roquero,
cuyas piedras en ruinas
se asoman sobre el río,
que refrena su prisa
al pasar a tu lado
y rendir pleitesía.

Y todo tu contorno,
en cuya serranía
descubres mil encantos
donde quiera que miras.

Yo quisiera cantarte
con palabras sentidas
este amor que te tengo,
este amor que me inspiras,
vieja Villa del Barco,
asomada a las limpias
y refulgentes aguas
del Tormes, maravilla
de ríos cristalinos
de mi amada Castilla.

¡ Vieja Villa del Barco,
noble Villa escondida

en un rincón ameno
repleto de delicias,
recibe este tributo
de amor y pleitesía. !

José María Hercilla Trilla
Barco de Ávila, 4 Agosto 1977

(De mi Libro: "A orillas del Tormes.- Cancionero barcense")

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