viernes, 15 de mayo de 2009

181 - EN LA SUAVE LADERA

EN LA SUAVE LADERA (181)


En la suave ladera en que se agotan
las abruptas pendientes de aquel risco,
un álamo destaca solitario,
apuntando hacia el cielo como un grito
brotado de la tierra lastimada
en sus hondas entrañas por el frío
nocturno de estas fechas otoñales,
anuncio del invierno tan temido.

Solitario y soberbio, se levanta
en el centro de un prado, como un cirio
inmenso que alumbrara la campiña
con sus hojas teñidas de amarillo,
sobre el verde agostado de la hierba,
taladrando el azul del infinito
como canto que ansía sublimarse
y ser grito de amor, y no quejido.

Los pájaros que alegres se posaban
en sus ramas, buscando en el estío
refugio en los ardores meridianos,
emigraron en busca de otros sitios
de clima más templado y apacible,
donde el hielo jamás es conocido
y siguen floreciendo los rosales
y jugando desnudos los chiquillos.

Mañana, esas hojas amarillas,
desprendidas del álamo cual discos
dorados, arrastrados por el viento,
en el suelo serán oro marchito,
y el tapiz de la hierba verdinegra
mancharán con su alegre colorido,
en torno de aquel árbol solitario
que seguirá gritando su martirio,
añorando los pájaros que fueron
alegre algarabía con sus nidos
y los juegos y risas que a su sombra
tejieron en las tardes del estío
un grupo alborozado de muchachos
que hace tiempo dejaron de ser niños.

En esta tarde fría de Castilla,
contemplando el paisaje que he descrito,
una paz inefable me atenaza
y siento en la garganta, contenido,
el ansia de elevar mis oraciones
como ramas de un álamo amarillo.


José María Hercilla Trilla
Barco de Avila, 12 Octubre 1987

(De mi Libro: "Canciones abulenses")

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