martes, 26 de mayo de 2009

079 -DESDE LA RIBERA

DESDE LA RIBERA (079)


Lentamente paseo.
La mañana comienza
con un aire tan limpio
que alcanzo de la Sierra
a divisar las cimas
más lejanas y enhiestas
con una nitidez
insólita.
Me ciega
con su brillo y fulgor
esta luz mañanera
que ha vestido de gala
las plantas y las piedras,
el llano y las montañas,
el río y la ribera.

Los pájaros cantores,
a mi paso, me obsequian
con sus mejores trinos,
mientras veloces vuelan
rasgando la mañana
con sus locas piruetas.

Lentamente discurro
entre las verdes huertas
de alubias y pomares
de la fértil ribera,
absorto ante el paisaje.

Mi vista se recrea
con los tonos del verde,
desde el de la hoja tierna
que baila temblorosa
sobre la mata nueva,
al verde más oscuro
del zarzal, que en las cercas
enmaraña y revuelve
su espinosa melena;
o aquellos veroneses
verdes de la alameda
erguida junto al río,
o los de la arboleda
-de un verde ticianesco-
que tapiza la sierra.

En los iguales surcos
la humedecida tierra,
regada con el agua
cristalina y eterna
que fluye inagotable
de las ricas regueras,
se esponja muellemente,
acogedora y buena,
cobijando amorosa
las finas raizuelas
de las matas de alubias.

En las lomas fronteras,
los tomillos y espliegos
con su flor azulean
los grises verdinegros
de la empinada cuesta
que llaman de Las Viñas,
antes de La Carrera;
y en opuesto sentido,
más allá de Tormellas,
circunda el horizonte
un enjambre de sierras,
anfiteatro inmenso,
alto circo de piedra,
que abruma con su mole
espléndida y soberbia.

¡Almanzor se presiente!

(Escondida promesa
que tan sólo se otorga
a los que tengan fuerza,
y corazón, y empuje,
y alma quijotesca.)

Prosigo mi paseo...
Un zumbido de abejas
acompaña mis pasos;
el alma se me llena
de paz y de ventura.

¡Qué hermosa es la Ribera!

De nuevo me detengo.

A mi diestra, la Iglesia
y el conjunto de casas
que forman la asamblea
de vecinos de El Barco,
resalta su belleza
como un telón de fondo
de esta idílica escena
que ofrecen a mis ojos
las ubérrimas huertas,
la Villa y su Castillo,
los puentes y la Iglesia,
la Ermita con el Cristo
del Caño, la alameda,
el Tormes y Aravalle,
los llanos y la sierra...

¡Dios es maravilloso
y El Barco me lo prueba!


José María Hercilla Trilla
Barco de Ávila, 21 Junio 1981

(De mi Libro: "A orillas del Tormes.-
Cancionero barcense")

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