jueves, 17 de septiembre de 2009

584 - LOS SIETE INTÉRPRETES

Los siete intérpretes (584)

Leído en la Prensa: “Varios políticos autonómicos españoles reunidos,
han precisado de siete intérpretes para entenderse entre ellos”

España marcha bien, ya no hay ni crisis,
ni problemas que puedan preocuparnos,
ni negros nubarrones en el cielo
que amenacen con rayo o con pedrisco.

Tan bien marcha esta España, o lo que queda
una vez fraccionada en veinte partes,
-ya sé que es una menos, mas no rima-,
que pueden dedicarse quienes mandan,
y por supuesto cobran con largueza,
a jugar con las lenguas que nos unen,
de las cuales hay una que sabemos
hablarla y escribirla casi todos,
esa lengua hablada en medio mundo
que todos aprendimos en la infancia,
mas que ahora, cuando hablan entre ellos,
parecen ignorar, siendo preciso
que otras siete personas interpreten
las palabras que salen de sus bocas,
para que nadie excusarse pueda
diciendo que no entiende lo que habla
cada uno de los allí reunidos;
y el problema que pudo resolverse
en amigable charla de dos horas
usando de la lengua que nos une,
ocupó dos o tres largas jornadas,
hablando cada uno por su lado
y usando traductor que lo traslade
a la lengua de cada uno de ellos,
ufanos de decir que no comprenden
el idioma común, el que ellos mismos
hablaban con fluidez un poco antes
de empezar la reunión a que se alude,
el idioma común a toda España.

Esas cosas, de usar de traductores
en casa, para hablar entre nosotros,
no pasa más que aquí, en nuestra España,
esta España de circo y opereta
que olvida la existencia de una Norma
que dice que tenemos el derecho,
seguido del deber correlativo,
de hablar y de entender la común lengua
que a todos cohesiona felizmente.

Evidente resulta que no debe
de haber grandes problemas en España,
puesto que los políticos se paran
en asuntos carentes de importancia
-hablarse con intérprete interpuesto-;
en hablar del pasado, aún sabiendo
que carece de objeto removerlo;
en retirar honores –vano humo-
a personas que ya nadie recuerda;
en tirarse chinitas o cantazos,
a ver si aciertan y se descalabran;
en echarse a la cara corrupciones,
a cual de ellas más gorda y vergonzosa,
y en decirse “Tú más”, sin darse cuenta
de que mejor sería que callasen
y encarasen con ánimo resuelto
la situación de España, que no es buena,
-por mucho que alguien diga lo contrario-,
procurando hallar las soluciones
a este paro creciente que avergüenza
a los que aún la tenemos y sentimos
no poder remediar tantas desgracias.

Harto estoy de políticos ineptos
que sólo piensan en perpetuarse,
cubrirse las espaldas y el futuro
tener asegurado con holgura,
tal vez con excesiva y no ganada
holgura, si atendemos a sus logros
para sacar a España de este caos
en el que, poco a poco, nos hundimos.

¡Qué pena ver como se pierde el tiempo
en chorradas y en interpretaciones,
pero a tales extremos se ha llegado
que ya ni entre nosotros, españoles,
podemos entendernos al hablarnos!

¡Qué pena y que vergüenza he sentido
al leer la noticia que nos habla
de que hay que usar de traductores
en España y entre nosotros mismos!

Algo no marcha bien, no cabe duda,
para haber arribado a tal extremo
de necedad supina incontrolada,
algo no marcha bien. ¡Dios nos proteja!

José María Hercilla Trilla
Salamanca, 10 Julio 2009
(Es Diari, 13-7-9)
(De mi libro: "El penúltimo cuaderno")

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