viernes, 17 de octubre de 2008

471 - EL HOMBRE AFORTUNADO

EL HOMBRE AFORTUNADO -(471)


Me confieso ser hombre afortunado.
¿Acaso puede usted decir lo mismo?

El saldo de mi vida, en su conjunto,
estoy por afirmar que es positivo,
no obstante haber pasado dura guerra,
padecer crueles hambres cuando niño
y haber visto también a mis hermanos
matarse, sin más causa ni motivo
que encontrarse de un lado o de otro lado,
lugares que no fueron elegidos,
que les fueron impuestos por la vida,
por obra del azar o del destino.

Que triste que una guerra nos convierta,
de sujetos en paz e inofensivos,
en bestias delirantes que se matan
sin tregua, ni reposo ni respiro,
creyendo que al matarse hacen del mundo
algo así como un nuevo paraíso.

Vano intento. Equivocado sueño.
Con la sangre jamás se ha conseguido
hacer cosa distinta de morcillas,
por mucho que se esmeren en el guiso
los padres de la patria, mentirosos,
atentos a llenarse los bolsillos

con torpes componendas financieras,
traficando con armas si es preciso,
buscando atornillarse a sus poltronas
y gozar de sus cargos vitalicios.

El pueblo, ¡que se mate!. Sobra gente
y la mucha que hay no tiene sitio;
es bueno que se maten entre ellos
y que hagan lugar para sus hijos
que hoy estudian inglés en los colegios
reservados para estudiantes ricos
en Londres, en New York, en Filadelfia
o en cualquier otro centro de prestigio.

Vosotros, ciudadanos, descornaos
luchando y sucumbiendo a tiro limpio,
sin saber del porqué de vuestras luchas,
ni qué vais a sacar de tanto tiro,
salvo, acaso, morir en la refriega
y hundiros para siempre en el abismo,
hundiendo con vosotros a los vuestros
para así completar el sacrificio
que deben propiciar las pobres gentes
en aras del poder y de los ricos.

Me confieso un hombre afortunado
que tras mucho vivir se ha convencido
de que nada es verdad, nada es mentira,
de que todo en la vida es relativo,
depende del cristal con qué se mire,
del trecho en que te encuentres del camino,
del lugar al que hayas arribado
luchando bravamente, por ti mismo;

del precio que has pagado en el trayecto
pues siempre hay que pagar, nada es gratuito.

A pesar de mis dudas, que son muchas,
mirándome al espejo del vecino,
me debo confesar afortunado,
podría exagerar: «casi elegido»,
por llegar a los años que he llegado
y vivir en la forma que he vivido.

¡Qué pena que los pueblos se masacren
pudiendo convivir en paz y unidos!

Hay lugar para todos en el mundo;
lo que hay que lograr es repartirlo
en forma equitativa entre los hombres,
que a todos corresponda su trocito;
un trozo en que asentarte con los suyos,
un trozo en que labrar tu propio nido...

¡No basta con el trozo que a la muerte
nos dan para no vernos y cubrirnos!


José María Hercilla Trilla Trilla
www.hercilla.blogspot.com
Salamanca, 15 Nvbre 2003


(De mi Libro: "Canciones del Hermano")

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