sábado, 22 de agosto de 2009

552 - ¡SEÑOR, SEÑOR...!

¡SEÑOR, SEÑOR, …! (552)


Señor, Señor, perdóname las dudas
que me asaltan intermitentemente;
perdóname, Señor, la heterodoxia
-ni ansiada, ni querida-, que me abruma
y turba los momentos de reposo
en que puedo pensar sin embarazo,
dejando que la mente se emancipe,
y, libre de ataduras, se remonte,
buscando la verdad inalcanzable.

Dichoso aquél que goza –me repito-,
la fe del carbonero, privilegio
reservado a los que Dios elige,
y creyendo a ciegas la doctrina
que le imparten los Padres de su iglesia
-de las varias que existen en el mundo-,
abjura de su propio raciocinio
y vive sin meterse en más honduras,
ajeno a teológicos problemas
que a nada nos conducen, ciertamente.

Yo quisiera, Señor, ser como ellos,
dejarme de pensar insensateces
y admitir como cierto cuanto oigo
relativo al misterio de la Vida
-de la Muerte también, no hay que olvidarla-,
y seguir mi camino, imperturbable,
sin tratar de buscar inútilmente
los tres pies del conocido gato,
que, bien pudiere ser, tuviere cuatro.

Dichoso quien no piensa y se limita
a seguir su camino, sea cual sea,
en paz con Dios, consigo y con los hombres,
sin tratar de inquirir en los arcanos
del por qué y del origen de las cosas,
la razón de la Vida y de la Muerte,
sin más preocupación que seguir vivo
y ganarse su pan de cada día.

Tan solo hay una cosa que no dudo:
Tu existencia, Señor, pues si Tú faltas
-la clave que sustenta la estructura
de este viejo Universo en movimiento
a través de los tiempos y el espacio-,
se hace la ecuación irresoluble
y cualquier solución que nos ofrezcan
tan sólo habrá de ser un burdo engaño.


José María Hercilla Trilla
El Barco de Ávila, 23 Julio 2.008

(De mi libro: "Fides")

(Publ. Es Diari, Nº 743, 30.11.08)

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