martes, 4 de mayo de 2010

597: HA LLEGADO SEPTIEMBRE



Ha llegado Septiembre (597)

Ha llegado Septiembre, casi sin darme cuenta.
Se coló de rondón y asentó entre nosotros
a la chita callando, sin pedirnos permiso,
acortando los días y enfriando las noches.

El verano se acaba; las noches ya son frescas
e incluso hoy el día amaneció lluvioso
y así se ha mantenido, una hora tras otra,
sin dejar un minuto de caer, obstinada,
esa lluvia que ha sido esquiva a nuestros ruegos
en estos largos meses de caluroso estío,
“de pertinaz sequía”, que dejó nuestros ríos
hechos cauces de guijas, sin tan sólo una gota
de esa agua que es vida, sin la cual no es posible
al hombre hacerse hombre y forjar su futuro.

Con los primeros fríos es preciso arrimarse
al calor del brasero, el clásico brasero
de hispánica solera, escondido al amparo
de amorosa faldilla, esa vieja alcahueta
que en nuestros años mozos supo de las primeras
e inocentes caricias que impartimos, nerviosos,
al tomar nuestras manos las manos de la niña
que supo enamorarnos una tarde cualquiera,
caricias que quisimos ocultar a los ojos
de quienes compartían nuestros juegos y risas,
sin saber del milagro de aquel amor naciente,
que explotaba ante ellos, que daba testimonio
con el casto contacto de dos manos unidas.


El otoño se acerca con paso apresurado,
dejándonos sumidos en la tibia tristeza
de todos los ocasos -ocaso del verano,
ocaso de la vida, ocaso de ilusiones-,
ineluctables ellos, pero propicios todos
a remover recuerdos que yacían, callados,
sin molestar apenas, en el fondo del alma,
y que ahora resurgen intempestivamente,
dejándonos un rictus doloroso en los labios,
fruncidos no sabemos si en gesto pensativo
o en mueca resignada del que el final presiente.

En esta mansa tarde, con los primeros fríos,
me refugio abrigado detrás de mis balcones,
buscando en el brasero el calor que me falta
y un poco de consuelo a la vaga tristeza
que siempre, en estas fechas precursoras de otoño,
le da por asaltarme y hundirme en la desgana,
no sé si razonable o fruto de aprensiones,
pero que nunca falta, puntual, a la cita.

Dios quiera concederme celebrar otro año,
y en este mismo sitio conocer la llegada
de otra primavera que me llene de vida,
me cubra de ilusiones y despeje los tristes
y agoreros presagios que en otoño me invaden;
Dios quiera concederme poder veros a todos
tal como os veo ahora, irradiando alegría
y forjando proyectos, sin que una mala sombra
enturbie vuestra dicha, ni frunza el entrecejo.



Ha llegado septiembre, casi sin darme cuenta;
sabed que espero a todos, que una silla os aguarda
al lado del brasero de mi mesa camilla,
para seguir charlando, en coloquio amigable,
de todas las cuestiones que quedaron pendientes
en nuestras parrafadas del reciente verano.

No me faltéis ninguno. Por favor, os lo ruego.


José María Hercilla Trilla
Salamanca, acabado el 30 Octubre 2009


(Publ. en Es Diari del 09-11-09)

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