sábado, 13 de marzo de 2010

POEMA DEL TRISTE CASERO

POEMA DEL TRISTE CASERO


Esta que se llama Ley
Especial de Arrendamientos,
-anticuada maravilla
desfasada por el tiempo-,

dragón que siempre devora
al arrendador y dueño
de locales y viviendas,
y que viene protegiendo

en forma desvergonzada,
con tesón y con empeño,
tan sólo a los inquilinos,
más que Ley, es un engendro.

La Ley que no trata igual
en su enmarañado texto
a ambas partes contratantes
y pone todo su celo

en jorobar a una de ellas,
dejándola casi en cueros,
será Ley por venir dada
o emanada del Gobierno,

pero nunca será justa,
por más que nos esforcemos
en acatar sus mandatos
malhadados y funestos.

Esta es Ley generadora
de disgustos y de pleitos,
y pobre de aquel osado
propietario, que creyendo

que la razón es muy suya,
se lo toma tan en serio
que acude a los Tribunales,
pues acabará perdiendo.

Cada vez que hasta mi llega
un desesperado dueño
a quien no alcanzan las rentas
para pagar los aumentos

de arbitrios municipales,
ni tampoco los impuestos
de contribución urbana,
-de día en día más gruesos-,

se me alborotan los pulsos
y se me erizan los pelos,
pues aunque quiera ayudarle,
la Ley dice que no puedo.

¡Esa Ley, que sólo da
la razón, a contrapelo,
solamente al inquilino
y se la quita al casero!

Con esa Ley en la mano
menguado papel hacemos
los sufridos abogados
desfacedores de entuertos,

pues toda nuestra labor
se limita a dar consuelo
al contrito propietario
que, con lamentable aspecto,

comparece ante nosotros
pidiéndonos el remedio
a todas las desventuras
causadas por el arriendo.

Si el buen Dios no lo remedia
iluminando al Gobierno
y Cortes para cambiar
de la injusta Ley el texto,

me temo que más de uno
de los llamados caseros
de fincas con renta antigua,
habrá de verse muy presto

en el horrible dilema
de pedir cual pordiosero,
o... levantarse la tapa
craneana de los sesos.


José María Hercilla Trilla
Avila, 6 Enero 1980

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