Prohibido mirarse al espejo (595)
Hombre soy, ya muy poco aprovechable;
como dijo el poeta, cuando hablaba
de Itálica famosa; también digo:
“Éste que veis ahora, en otro tiempo
también fuera un hombre musculoso,
valiente, decidido, y al que nada
le amilanó en la vida”, y otras cosas
que callo, pues a nadie le interesan.
Me miro en el espejo y os confieso
que me cuesta esfuerzo sobrehumano
conocerme en el pobre sujeto
que su cristal refleja despiadado,
sujeto que me mira y que se esfuerza
en hacerme una mueca sonriente,
sin lograr alegrar el triste cuadro,
en todo semejante a un don Quijote,
tras ser apaleado en su camino
por un grupo de ruines malandrines.
No te rías, amigo que me lees,
que así suele pasarnos a los hombres,
incluso al más valiente y poderoso,
que al paso de los años nos doblamos
y venimos a ser tan sólo eso,
un saco de pellejo y unos huesos,
que si un momento erguidos y lozanos,
ya dispuestos –si Dios no hace un milagro-
a darse el batacazo y caer al suelo,
en polvo y en ceniza convertidos.
¿Qué no estoy muy alegre? Pues es cierto.
Es que acabo de verme en el espejo,
y ha sido tal el susto al contemplarme,
que aún estoy afectado por el cuadro,
y hasta dentro de un rato es imposible
que a mi cara retorne la sonrisa.
Perdonadme por ello, mis Hermanos;
volved dentro de un rato y me veréis
repuesto ya del todo y bien dispuesto
a compartir sonrisas con vosotros,
y a mentir que, más joven cada día,
os espero, en este mismo sitio,
el próximo verano, si Dios quiere.
José María Hercilla Trilla
El Barco de Ávila, 15 Agosto 2009
(De mi libro: "El penúltimo cuaderno")
sábado, 5 de septiembre de 2009
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