YO SE UN HIMNO (009)
Yo sé un Himno eterno, un Himno fantástico
de música extraña,
con nuevos acordes sutiles y exóticos
y nuevas escalas.
Yo sé el Himno loco, vibrante y magnífico,
de voces aladas,
de nuevas cadencias
y forma fantástica.
Es el Himno que un día cantaron
las Diosas paganas
de los templos marmóreos de Jonia;
es el mismo que un día cantaran
los heroicos y bellos atletas
de las grandes y heroicas hazañas;
es el Himno guerrero que entonan
las rubias Walkirias germanas,
cuando en negros corceles veloces
las noches sangrientas cabalgan;
es el Himno de las bacanales,
con sus desvaríos y sus carcajadas;
es el Himno de los misticismos,
con sus palideces y sus esperanzas.
¡ Es el Himno de todos los tiempos,
de todos los climas y todas las razas !
Yo aprendí ese Himno en las soledades
de mis noches blancas,
escuchando los graves silencios
que, en mi torno, sutiles flotaban.
Y era un Himno vibrante y fantástico,
sin voz ni palabras,
que llegaba flotando en el viento
desde sitios remotos y edades lejanas.
Yo aprendí ese Himno,-que es un Himno eterno-
de música vaga;
lo cantó el silencio de las soledades,
mientras de mi alma
vibraban acordes las fibras,
con cadencias sutiles y extrañas.
(Las estrellas que en el negro manto
nocturno brillaban,
con sus guiños fantásticos
marcaban la pauta,
mientras la batuta
la luna llevaba.)
Y sumisas las voces del viento,
y vibrantes las voces del agua,
y calladas las voces eternas
de los vagos y eternos fantasmas,
en silencio unidas, formaban el coro
del Himno magnífico que hasta mi llegaba.
Y así, muchas veces, en las soledades
de mis noches claras,
los silencios nocturnos cantaron el Himno
de nuevas cadencias y forma fantástica.
Así, aprendí ese Himno de todos los tiempos,
de todos los climas y todas las razas;
el Himno que un día cantaron
las Diosas paganas
en los templos marmóreos de Jonia;
el mismo que un día cantaran
los atletas robustos y bellos
de las grandes y heroicas hazañas;
que cantaran las rubias Walkirias
de las fieras leyendas germanas;
las bacantes, con sus erotismos;
y los ermitaños, con sus barbas blancas.
Yo sé el Himno eterno, el Himno fantástico,
sin voz ni palabras,
que tiene vibrantes y nuevas cadencias
y forma enigmática.
Yo sé el Himno eterno que en las soledades
de mis noches blancas,
los graves silencios nocturnos,
callados y graves me cantan !
José María Hercilla Trilla
Badajoz, Cuartel de Menacho, 1947
(¡Qué cosas se escriben a los veinte años!)
miércoles, 22 de julio de 2009
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