ADVERTENCIA
(Antes de seguir adelante con la publicación de estas “Canciones de Juventud”, quiero disculparme ante mis posibles lectores por el atrevimiento que ello supone. Para lo cual, nada mejor que transcribir el prólogo que escribí al recogerlas en un tomo. Es el que sigue.)
PRÓLOGO
¿Qué son malas? Nadie lo niega. ¿Todas? Pues pudiera ser que sí. Seguramente que sí. Algunas muy malas, pésimas. Pero no he tenido valor para romperlas. Me gustaría poder decir que han sido escritas por otra persona, pero no, no puedo decirlo. Son mías, y bien mías. Mal que me pese. Tanto tiempo hace que fueron escritas, que más que hijas mías, casi podría decir que son mis nietas. Y hasta biznietas, si me apuran ustedes.
Simples balbuceos de un muchacho al que la vida –y la guerra también- marginaron en un rincón de España, lejos de todo foco literario e incluso cultural. Mi rebeldía, junto con mis inquietudes, como autodidacta absoluto que hube de ser toda mi vida, pero muy especialmente en aquellos lejanos años trascendentales en la formación de un adolescente, privado de bibliotecas y de maestros, me forzaron a ir dejando escritos mis sueños aldeanos.
Bien o mal –más mal que bien-, lo que sigue es el fruto de aquellos duros años que a nadie deseo –los años-, y que –aunque lo intenté varias veces- nunca he tenido valor para romper las obras entonces pergeñadas. Nunca pedí aplausos y tampoco voy a pedirlos ahora, cuando la obra mostrada es la de un novicio indocto que daba sus primeros pasos en estas lides, no sé si literarias o fantasmagóricas, pero a lo que sí me atrevo es a suplicar del amable lector una cristiana magnanimidad, y hasta perdón si es preciso. Y desde luego que lo es, solicitarlo. Gracias por ello.
José María Hercilla Trilla
Salamanca, 10 Abril 2006
sábado, 11 de julio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario