LEDESMA (338)
La villa,
Ledesma,
donde se
condensa
mi raíz
materna.
Su plaza,
su iglesia,
sus calles
en cuesta,
nacidas
de hierba
y ausentes
de huellas.
La plaza
presenta
a un lado
la iglesia,
-alta torre
erecta,
nidos de
cigüeña-,
colosal
y pétrea,
no desem-
pareja
con cuanto
la enfrenta:
casas so-
lariegas,
escudos,
cenefas,
arcadas,
dovelas...
Próxima
se encuentra,
-barbacana
enhiesta
que el río
espejea-,
gentil a-
lameda
volada y
suspensa,
desde la
que oteas
la ermita
pequeña,
por la que
se entra
a la puen-
te vieja.
Por cima
de ésta,
Mesones
descuella
como un cen-
tinela,
mirando
a Ledesma.
En la For-
taleza,
-Beltrán de
la Cueva-,
castillo,
plazuela,
frondosa
arboleda,
retozan
y juegan
-igual que
yo hiciera
los años
cuarenta-
una turba
inquieta
de niños
que esperan
a su ado-
lescencia.
El Tormes
serpea
desde Car-
naceda
y salta
la presa
que en vano
refrena
su paso en
la Aceña;
y a su pa-
so besa
orillas
de piedra
y playas
de arena,
bajo el sol
abiertas.
Tu campo,
Ledesma,
es charro:
Dehesas,
encinas
añejas,
desola-
das breñas,
agreste
belleza
que el alma
serena.
¡ Mi villa:
Ledesma.!
Memorias
eternas
en mi se
despiertan
al pensar
en ella.
¡Mi madre,
-ya muerta-,
descansa
en tu tierra
sagrada,
Ledesma!
José María Hercilla Trilla
Barco de Avila, 18 Julio 1998
(De mi Libro: "Canciones castellanas.-
Salmantinas"
miércoles, 10 de junio de 2009
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