jueves, 25 de junio de 2009
030 - VISIÓN NOCTURNA
VISION NOCTURNA (030)
Noche de verano en una calle céntrica
del Madrid populoso. En un reloj resuenan
las lentas campanadas que nos dicen la hora:
Las tres. En las aceras
débilmente alumbradas, se amontona la vida
nocturna de la urbe. La gente más selecta
de la vida del hampa empieza su jornada.
Seis o siete rameras
que lanzan sus anzuelos en busca de un incauto
que llevarse a la cama; en la esquina, una vieja
que vocea diarios; otra que vende churros,
cargada con la cesta.
Unos cuantos ladrones en busca de trabajo
donde lucir su maña y afanar la peseta;
algún perdonavidas de aspecto venenoso,
que espera que su hembra
le traiga los dineros que ganó con su cuerpo;
un borracho que grita; otros dos que blasfeman;
tres golfillos que pasan, -la colilla en la boca
y la vista altanera-,
en busca de un asunto de amor o de rapiña,
en que mostrar su hombría y su poca vergüenza;
una vieja maldita que ofrece sus servicios
de bruja o alcahueta;
y los inevitables seres representantes
de esta vida azarosa que llamamos bohemia,
y que es todo un compendio de gloria insatisfecha
y palpable miseria.
Un pintor fracasado, con su camisa a cuadros,
su pipa, su chambergo y su altiva melena,
que pintó buenos cuadros..., que no fueron premiados
por falta de influencias,
y hoy pasea el fracaso de sus sueños de gloria
por todos los burdeles y todas las tabernas.
Un poeta, con cara de ayuno permanente
y azuladas ojeras
que le dan un aspecto de pretuberculoso,
pasea lentamente, forjando una quimera
donde tan pronto surge la dama de sus sueños
o un trozo de ternera
asado sabiamente. No tiene en los bolsillos
ni polvo de tabaco, pero tiene ideas
magníficas, sublimes..., que no le valen nada
si trata de venderlas.
Come la sopa boba que le da algún amigo;
por las noches, ayuna. (Es un lujo la cena,
que sólo puede darse el gremio estraperlista
y las gentes aquellas
de escudos y blasones). Dormir, duerme en Rosales,
o quizá en El Retiro, sobre un banco de piedra
solitario y oculto, en unión de otros parias.
Y ahora se pasea
por el Madrid nocturno, mezclado con hampones,
hetairas miserables y toda la ralea
de gentes sin cobijo. Dentro de breves horas
estará ya desierta
la populosa calle. Los parias se habrán ido
a lugares ocultos, a dormir sus miserias,
y sólo algún borracho, en un portal tendido,
o quizá una ramera
que no tuvo la suerte de encontrar un amigo,
ocupen la ancha calle, mientras rumian sus penas.
¡Así son las visiones nocturnas de las calles
de la urbe madrileña!
José María Hercilla Trilla
Madrid, primavera del 1948
(De mi Libro: "Canciones de juventud")
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