ENTRE LOS PINOS CUESTOS (382)
Entre los pinos cuestos de la sierra escarpada,
sobre su tierra seca donde crece la jara,
el tomillo, el romero y las duras aulagas;
donde los olivares, hacia el cielo sus ramas
retorcidas elevan, como en muda plegaria,
allí, en aquellos cuestos, -desolación y calma-,
en las tardes de estío, bajo el sol, -pura llama
de infierno sofocante-, se escucha a la cigarra,
monótona, insistente, repitiendo a desgana
su canción aburrida sobre la tierra parda.
Invadiendo el silencio, la cantora chicharra,
incansable, repite su aburrida cantata
con isócrono ritmo, inductor del nirvana.
Cuando en aquellas tardes, al colmenar marchaba
subiendo por los cuestos pelados, de pizarra,
mis pasos solitarios su canto acompañaban,
y a mis pies parecía que les nacían alas.
Tenía veinte años, robustas las espaldas,
el corazón intacto, las piernas entrenadas
para andar sin cansarme las más largas etapas;
subía alegremente, sin aflojar la marcha,
buscando en mis colmenas recuperar la calma
perdida en la aventura vital y cotidiana
de ganarme el sustento, como Dios nos lo manda.
Primero, el sonsonete de las verdes chicharras,
al subir por los cuestos; después, la sosegada,
rumorosa armonía, de las abejas mansas
del colmenar serrano, con sus colmenas blancas.
Qué feliz me sentía, a pesar de lo largas
y lo duras que eran, vive Dios, las jornadas,
trabajando afanoso en aquel horno en llamas.
Al morirse la tarde, las abejas callaban;
se callaba igualmente la estridente chicharra,
y en mi campo extremeño el silencio reinaba.
Arriba, las estrellas, cómplices, me guiñaban
sus infinitos ojos, salvando la distancia
desde sus altos cielos a mi humilde cabaña.
Yo fumaba mi pipa, y en mi silla de paja,
mirando hacia la altura, en silencio le daba
-al Dios en quién creía- una y mil veces, gracias.
- Señor, gracias por todo; por darme estas cigarras
que alegran mi camino hasta la sierra alta;
por darme estas abejas de la miel rubia y blanca,
rumorosas abejas, laboriosas y aladas;
gracias por esta noche, de estrellas tachonada;
gracias por esta pipa; gracias por esta casa…
(Aunque no te lo creas, el Buen Dios me escuchaba.)
Yo, tranquilo y cansado, me metía en la cama…..,
para dormir deprisa…, para soñar en calma…
José María Hercilla Trilla
Almuñécar, 22 Agosto 1999
(De mi Libro: "Canciones extremeñas")
sábado, 28 de marzo de 2009
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