martes, 11 de agosto de 2009

328 -LA MADRE DEL POETA

LA MADRE DEL POETA (328)


Admiro a los prolíficos poetas
que escriben sin dolor y sin esfuerzo,
hilvanando palabras inconexas,
sin cuidar la medida de los versos,
ni tampoco del ritmo acompasado
que les es necesario si queremos
leerlos en voz alta y que nos dejen
después de su lectura satisfechos.

Admito el verso libre, pero siempre
que esos versos no velen su secreto
y pueda comprender lo que me dicen
sin hacerme sudar en el intento,
no sólo por ser gratos al oído,
sino y en especial por entenderlos
y ver que su lectura me transporta,
llevándome en sus alas hasta el cielo.

Su lectura no debe ser trabajo,
sino placer, y puede que hasta un juego;
un juego entre el poeta que se vuelca
y el hombre que una parte de su tiempo
dedica ilusionado a su lectura
esperando encontrar en aquel texto
como un vago reflejo de sí mismo,
y en el libro mirarse, como espejo
en el cual contemplarse y en su azogue
ver de pronto surgir al hombre nuevo.

Si ve sólo palabras hilvanadas,
como escritas con el venal intento
de dejarlas prendidas y en hilera,
de ritmo desprovistas y de metro,
después de su lectura trabajosa
no sé que pensará, pero me temo
que si alguien se acerca y le pregunta,
no habrá de responderle nada bueno;
bastante habrá de ser que en la respuesta
no involucre a la madre del sujeto.

(La madre del poeta es una santa
y no tiene la culpa del engendro.)

José María Hercilla Trilla
Salamanca, 27 Mayo 1998

(De mi libro: "Del estilo y de las formas")

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