S A N P E D R O (190)
El esquilón de San Pedro
repica de madrugada,
llamando a los abulenses
para la misa de alba.
(La ciudad está dormida
a estas horas tan tempranas.)
Por El Grande, solitario,
cruzan graves tres beatas
que viven en San Segundo
y van a misa diaria,
para así entrar en el cielo
y salvarse de las llamas.
Otras dos bajan veloces
por la Calle Duque de Alba,
envueltas en recio abrigo
y subidas las bufandas,
queriendo llegar a punto
a la Misa sacrosanta.
Un rayo de luz naciente
sobre el ábside se alza,
iluminando el repique
del sacristán, que se afana
en despertar a los vivos...,
y a los muertos, si hace falta.
(La ciudad, duerme que duerme...,
a pesar de la campana.)
Cubierta de fina alfombra
de la más brillante escarcha,
-cuatro grados bajo cero
el termómetro señala-,
hace un frío que endurece
los oídos y hasta el alma.
El esquilón sigue, loco,
con su repique de plata,
convocando a los cristianos
dormidos bajo las mantas;
ésos que a su Dios recuerdan
tan sólo en las horas malas,
cuando los cielos se nublan
y les llueven las desgracias.
Don Claudio, desde su busto,
-vigía de la mañana-,
en su pedestal subido,
de dura piedra labrada,
desde la Plaza contigua,
recoleta y teresiana,
oye el din-dón, complacido,
y se ilumina su cara
con una leve sonrisa,
mientras se limpia las gafas.
(La ciudad sigue dormida
en esta cruda mañana...)
Hay quien dice que este sueño
puede llegar a matarla...
José María Hercilla Trilla
Avila, 12 Mayo 1988
(De mi Libro: "Canciones abulenses")
lunes, 18 de mayo de 2009
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