viernes, 1 de mayo de 2009

054 - ÁLAMO DE CASTILLA

ALAMO DE CASTILLA (054)


Álamo de Castilla,
que en vertical perfecta
te yergues solitario,
cual afilada flecha
al cielo dirigida.

Eres muda protesta
por tanto campo seco,
por tanta paramera,
y riscos, y collados,
y cárcavas inmensas,
que forman este suelo
de dura y parda tierra
que se llama Castilla.

Eres alta bandera
abrasada de soles,
que se mantiene enhiesta
en permanente reto
sobre la tierra seca,
agitándose al viento.

En la dura meseta
eres la dulce nota
que rompe la rudeza
y la monotonía
de la planicie pétrea,
alegrando el paisaje
con tu grácil silueta
y el verde de tus hojas,
temblorosas apenas
reciben la caricia
de la brisa ligera.

Eres arpa sonora
que la brisa despierta
con sabia y dulce mano,
o que el cierzo doblega
con su látigo fiero
al batir la sedienta
estepa castellana,
campos de barbechera
infinitos y pardos,
soledades inmensas
de cardo y jaramagos,
desprovistos de hierba.

Álamo de Castilla,
que en caminos y sendas
ofreces tu refugio
de sombra placentera
a todo caminante
que hasta tu lado llega
en busca de cobijo.

Sin tu grata presencia
Castilla no sería
habitable siquiera;
sin el verde contraste
que en llanos y riberas
ofrecen los conjuntos
de umbrías alamedas,
el campo castellano
sería sólo tierra,
un páramo infinito
de tierra polvorienta.

Álamo de Castilla!

Mi mente se recrea,
-cobijado en tu sombra-,
forjando una quimera:

El Cid sale de Burgos
jinete en su Babieca,
seguido de sus fieles,
camino de Valencia.

El Cid cruza Castilla,
pedregosa y reseca,
camino del destierro,
en una marcha lenta,
sin encontrar ayuda
en ciudades o aldeas,
que le niegan asilo.

Cuando la noche llega,
el Cid y su mesnada,
sus soldados y bestias,
se refugian cansados
en la grata alameda
que les brinda refugio
en la inhóspita tierra.

Y así cruza Castilla
el Cid sobre Babieca,
sin hallar otro asilo,
sin que nadie le tienda
una mano amistosa,
ni alivie la tristeza
del forzado destierro
por su Santa Gadea.

Sólo tú le prestaste
tu sombra placentera,
álamo centenario,
erguido como flecha
al cielo dirigida
en signo de protesta.

¡Álamo de Castilla,
en tu larga existencia
cuántas cosas has visto!

¡¡Cuánta gloria y miseria!!


José María Hercilla Trilla
Avila, 2 Junio 1977

(De mi Libro: "Canciones abulenses")

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