26 DE AGOSTO DE 1995 (291)
Aunque usted no lo crea, le aseguro
-y no soy mentiroso ni deliro-
que hoy cumplo mis primeros veinte días
de vida en este mundo, al que he nacido
de nuevo, por milagro inenarrable,
después de haberme ido en un ataque
cardiaco, fulminante y traicionero,
que mantuvo despierta mi conciencia
el tiempo suficiente a darme cuenta
de que allí se acababa mi camino
y en un túnel oscuro y sin retorno,
-en medio de dolores horrorosos-,
poco a poco, me iba introduciendo,
hasta perder del todo mis sentidos.
A excepción del puñal de torpe filo
clavándose en el centro de mi pecho,
sin concesión de tregua ni respiro,
llegando a enloquecerme con su acero,
os puedo asegurar que es muy sencillo
dejar esta morada transitoria
y aceptar el final sin aspavientos,
sin miedo ni temores de ultratumba,
sintiendo solamente que abandonas
y pierdes a los seres a quien amas.
Morirse no es difícil, os lo juro;
más difícil resulta en ocasiones
vivir y pervivir contra la vida,
obstinada en negarte tu derecho
a vivir y gozar de la existencia
en un mundo sin guerras, sin pobreza,
sin lágrimas de niños inocentes...
Y así, yo me morí. Se terminaron
los atroces dolores lacerantes
y me hundí en ese túnel de sosiego,
de paz y de negrura, sin retorno,
que amable me acogía y liberaba
de aquel insoportable sufrimiento.
Después de cuatro meses, ¡largos meses!,
cuando volví a la vida, nada era
igual o parecido a lo de antes.
Parece que los ojos que tenía
los trocaron por otros ojos nuevos,
pues veo todas las cosas de otro modo,
más limpias, de brillante colorido,
y siento que la escala de valores
-aquella que regía mi conducta-
también se ha trastocado felizmente,
y valoro en sus justas dimensiones
a cosas y personas, comprobando
que el mundo es más hermoso que creía
y que tanto familia como amigos,
así como también aquellos otros
que me fueron ajenos y lejanos,
son seres admirables y admisibles,
con cuya convivencia me recreo,
y agradezco a mi Dios esa clemencia
de que ha usado conmigo al permitirme
renacer y mirar con nuevos ojos
este mundo salido de Sus Manos.
¡Ya tengo veinte días! Evidente
resulta que de nuevo he merecido
la gracia del Señor. ¡¡Bendito sea!!
José María Hercilla Trilla
Salamanca, Hospital Clínico,
15 Septiembre 1995
(De mi Libro: "Las canciones de mis años idos")
viernes, 12 de diciembre de 2008
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