CUANDO LLEGUE LA HORA (251)
Cuando llegue la hora inesquivable y cierta,
quisiera sublimarme en un breve segundo,
sin enterarme de ello; desvanecerme tenue,
como un sutil aroma expandido en el aire,
con un olor a limpio, con un olor a rosas;
morir sin dejar rastros de corpórea materia,
miserable vestigio de carne miserable;
ni tan siquiera aquella de cinerario polvo
accesible a los vientos, forjado entre las llamas
de funerario horno.
Quisiera en ese trance
final e ineludible, donde se agota el plazo
de esta precaria vida, dejar de ser del todo,
morir sin dejar restos, sublimándome al punto
en un dulce recuerdo en la mente de aquellos
a los que tanto quise, y me quisieron tanto...,
quizá sin merecerlo. ¡Por soñar, que no quede…!
José María Hercilla Trilla
Salamanca, 2 Abril 1992
(De mi Libro: "Canciones del tiempo perdido")
sábado, 29 de noviembre de 2008
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