EL BESO QUE NO TE DI (313)
Un beso tengo en la boca
quemándome como fuego
los labios que se negaron
a dar a mi madre un beso.
Tan sólo rocé su frente
con la punta de mis dedos
y sentí que se abrasaban
con el frío de su cuerpo.
Volví a tocarla, temblando,
con infinito respeto,
como se toca a una madre
cuando la madre se ha muerto.
Y aquel frío de la muerte
me produjo tanto miedo,
que el beso que de mi boca
a salir estaba presto
se me congeló en los labios
y en ellos se quedó preso;
y me volví tan cobarde
que no pude darle el beso,
pues temí quemar mis labios
con la brasa de aquel hielo...,
y así dejé que se fuera
-sin besarla- hacia los cielos.
Desde entonces en la boca
tengo esquinado aquel beso
al que no diera salida
y de ello me avergüenzo,
pues cada beso que nace
tiene un destino, y es cierto
que el beso que en su camino
no va a su destino recto,
en la boca se te enquista
y cual si fuera un divieso
va segregando pesares,
y va turbándote el sueño.
¡Tuve miedo de tu frío!
Fui un cobarde, -bien lo siento-,
que al darte el postrero adiós
me guardé el último beso.
¡Perdóname, madre mía,
como tú sabes hacerlo!
José María Hercilla Trilla
Salamanca, 15 Octubre 1997
jueves, 17 de diciembre de 2009
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