martes, 6 de julio de 2010

407 - LAS RETRACTACIONES

LAS RETRACTACIONES (407)



Aquel sujeto encausado
en dos crímenes horrendos,
al declarar ante el Juez
que lo examinó primero,
se declaraba inocente
de los cargos; del secuestro
en Francia de dos etarras;
de su traslado y tormentos
-hasta arrancarles las uñas-
en un Palacio muy serio
que se llama de La Cumbre,
en donde los escondieron
al traerlos para España.

E inocente, por supuesto,
del horrible asesinato
-con dos tiros en los sesos-
de los jóvenes etarras,
a los que después cubrieron
con cinco arrobas de cal
para borrar por completo
el horrible asesinato
que en un campo de barbecho
de las tierras de Alicante
por encargo cometieron.

No obstante lo declarado,
en la cárcel siguió preso,
esperando que “los mandos”,
en pago de su silencio,
gestionaran su salida
de la cárcel, y que luego
pudiera vivir tranquilo,
cual si nada hubiese hecho.

Mas al ver como pasaba
inmisericorde el tiempo,
con los jefes en la calle
mientras él seguía dentro,
pagando los platos rotos
que entre muchos se rompieron,
se cansó de hacer el primo
en la trena prisionero,
y se ofreció a declarar
otra vez, y así el proceso
-esta vez con otro Juez
por dimisión del primero
que lo tuvo congelado,
con la instrucción en suspenso-,
vino de nuevo a activarse
al declararse confeso
de los dos asesinatos
el guardia que estaba preso,
y que antes se negara
a reconocer los hechos.


Y no sólo confesaba
“motu proprio” y sin esfuerzo,
sino que también decía
con mil detalles concretos
los nombres de un general
y un gobernador obeso
que dieron las oportunas
instrucciones al respecto,
para que el grupo de A-T
se pusiera en movimiento;
ordenantes, que en capucha,
una vez hecho el secuestro,
visitaron en La Cumbre
a los dos etarras presos;
los mismos jefes que al ver
el muy deplorable aspecto
que ofrecían los etarras
después de darles tormento,
de arrancarles una a una
las uñas de algunos dedos,
les ordenaron al punto
que los llevaran muy lejos
y borraran los vestigios
-incluso los más pequeños-
de los malditos etarras,
para que jamás sus cuerpos
fueren hallados por nadie,
y con el paso del tiempo
y ayuda de la cal viva,
no quedaren ni los huesos,
ni señal o pista alguna
capaz de reconocerlos.

Con lo declarado ahora,
el instructor del proceso
sacó nuevas conclusiones,
y en virtud de todo ello
procesó a los encausados,
desde el último al primero,
desde Galindo hasta Argote,
con otros que no recuerdo,
para quienes solicitan
penas en grado diverso
-desde noventa a dos años-
los fiscales del Supremo.

Ha comenzado ya el juicio,
y algunos que ya han “depuesto”
ante el Alto Tribunal,
han vuelto a negar los hechos;
y el General, hasta incluso,
en su papel de hombre bueno,
al que le achaca la culpa
de la cal y de los muertos,
lo ha colmado de piropos
y se ha pasado diciendo
que con seis hombre iguales,
él estaría dispuesto
a conquistar en tres días
el fértil cono sureño,
dejando chico a Cristóbal
Colón y al Descubrimiento.


Ante tantas alabanzas,
el confesante sujeto
que era testigo de cargo,
parece ser que de nuevo
variará lo declarado
y dirá que dijo “Diego”
y no “digo”, como consta
que dijo no ha mucho tiempo
ante el juez señor Liaño,
instructor de este proceso
que otro juez abandonara,
quién sabe si por respeto
y no querer que su nombre
en líos se viera envuelto.

Si otra vez ese testigo
se retracta de lo expuesto,
y por falta de más pruebas
son declarados absueltos
los presuntos implicados
en el horrible suceso,
entonces yo me pregunto:

¿En qué ocasión en concreto
hay que creer al testigo
que de modos tan diversos
ante los señores jueces
se ha venido “deponiendo”,
tomando a Sus Señorías
cual water para excrementos?

¿Dijo verdad al principio?
¿La verdad la dijo luego?
¿Dice la verdad ahora,
al retractarse de nuevo?

Este testigo parece
que está haciendo testamento,

un acto en el que se admite
al testador vacilento
cambiarlo cuantas veces
se le ocurra y venga a cuento.

Yo entiendo que el testimonio
de un testigo en un proceso
penal, de tanta importancia
como el que aquí se está viendo,
no puede estar al capricho
del deponente sujeto,
para que pueda variarlo
a su gusto y su contento.

Admito que se desdiga
de lo que dijo primero,
pero una vez “desdecido”
téngase por muy certero
lo dicho en segundas partes,
y no se admita ese juego
de variar a cada paso
el último manifiesto,
que con tales variaciones
y tamaño cachondeo,
a la Justicia se arrastra
por los mismísimos suelos.

Yo pido que a esos testigos
de cargo, tan poco serios,
se les dé serio castigo
que a todos sirva de ejemplo,
pues no puede tolerarse
la burla y el pitorreo
que tienen con la Justicia,
que por pito del sereno
la toman cuando “deponen”
en ella sus excrementos.


José María Hercilla Trilla
Salamanca, 19 Diciembre 1999


396 - JAVIER GÓMEZ DE LIAÑO

JAVIER GOMEZ DE LIAÑO (396)


Javier Gómez de Liaño,
ya te quitaron de en medio;
te impartieron su justicia,
-justicia en la que no creo-,
que a unos trata de una forma
y a otros de modo diverso.

Con esa ley del embudo
y ese modo torticero
de aplicar jurisprudencia,
cogiéndola por los pelos
para aplicarla en el caso
aunque no le venga a cuento,
-condenando a un inocente
en bochornoso proceso-,
corroboran la creencia
que por desgracia tenemos
de que en ciertas ocasiones
la justicia es cachondeo,
como ya dijo el alcalde
de Jerez, señor Pacheco.

Vaya mierda de justicia
esta justicia que vemos;
la que condena a Liaño
por absolver al dinero
y dejar que un poderoso,
junto con su subalterno,
impunes gocen del fruto
de un negocio deshonesto,
delito sobreseído
sin entrar a conocerlo.

La presunción de inocencia
aplicaron por entero
sólo a una de las partes;
y mudando de criterio
la presunción de culpable
a Liaño le impusieron,
pues sólo por presunciones
fue condenado el sujeto,
presunciones que los jueces
presumen en sus cerebros
de devotos servidores
de aquél que les dio su puesto
en el alto tribunal
que han tirado por los suelos
con esa burda sentencia
que es un puro cachondeo.

¡Javier Gómez de Liaño:
Tu recurso yo lo acepto
y dicto nueva sentencia
en la que digo: “Te absuelvo”!


José María Hercilla Trilla
Salamanca, 26 Octubre 1999