sábado, 29 de mayo de 2010

315 - AQUEL BUEN FISCAL

AQUEL BUEN FISCAL (325)



Aquel Fiscal no tenía
de Fiscal la vocación;
se notaba que sufría
y pasaba un sofocón

cada vez que se veía
forzado a la acusación
del pobre reo que gemía,
sujeto a jurisdicción.

Cuán distinto de otro era;
de un calvo fiscal gallego
que se crecía en la suerte,

quién para todos hubiera
-si la Ley le diera juego-
pedido pena de muerte.

José María Hercilla Trilla
Salamanca, 3 Febrero 1998

domingo, 23 de mayo de 2010

312: DEL AZAR JURÍDICO

DEL AZAR JURIDICO (312)


Un abogado advertía
cautamente a su cliente:
- El pleito que me confía,
debe tener muy presente,

puede ganar o perder;
depende de a qué Juzgado
el pleito vaya turnado,
pues si llegara a caer

en el uno, dos o tres,
seguro que lo ganamos;
pero si en el cuatro damos,
lo mismo, pero al revés.

Y al ingenuo litigante
no le entraba en la cabeza
que tuviera tal certeza
su abogado, para antes

de presentar el escrito,
ni dictarse la sentencia,
supiese por experiencia
el abogado Agapito

que en la sentencia a emitir
por los tres dichos Juzgados
les serían estimados
sus motivos de pedir,

en tanto que la sentencia
a dictar por el restante
se llevaba por delante
su pretensión, sin clemencia,

e incluso el pronunciamiento
las costas les impondría,
sin guardar Su Señoría,
por ello, remordimiento.

Tal como están los Juzgados
y está la Judicatura,
¿qué Letrado se aventura
a decir que están ganados

los pleitos a sus clientes,
por mucha razón que tengan
en el pleito que sostengan
y ellos sean diligentes?

Tal cómo está la Justicia,
debe ser cauto el Letrado
y advertir con gran cuidado
que, a pesar de su pericia,

y de la razón que tiene
quién el pleito le confía,
aquél que al Juzgado viene
lo juega a la lotería.

José María Hercilla Trilla
Salamanca, 12 Octubre 1997

miércoles, 12 de mayo de 2010

611: REIVINDICACIÓN GUADALUPANA

REIVINDICACIÓN GUADALUPANA (611)


A un hombre nacido / en tierra extremeña
no puedes pedirle / que acepte o comprenda
que la su Patrona, / esa Virgen bella,
tan dulce y chiquita / y guadalupeña,
sea Virgen prestada / por Sede manchega,
para que nosotros / vayamos a verla
e incluso a rogarle / y hasta a hacer ofrendas,
pero ahí se terminan / sus condescendencias,
pues los extremeños / de pura nacencia
somos como extraños, / gente forastera
que vamos de paso / y que representa
para los manchegos / que aquello regentan,
no sólo un estorbo, / sino hasta molestia.

Es incomprensible / que la Madre Iglesia,
que es madre de todos / según se nos cuenta,
permita ese absurdo, / esta incongruencia
de que Guadalupe, / lo que en él se encierra,
nuestra Virgen pura, / querida y excelsa,
se nos niegue a quienes / somos de estas tierras,
que aunque colindantes / -por hallarse cerca-
de las toledanas, / han sido extremeñas
de toda la vida, / quieran o no quieran,
y que forman parte, / una parte inmensa,
de esta Autonomía, / que ahora nos gobierna.

Somos extremeños / y pedimos cuentas:
Que se nos explique, / esta incongruencia
de ir a Guadalupe / pidiendo licencia
al Ilmo. Arzobispo / con sede manchega,
que mejor haría / en cuidar su Iglesia
y no entrometerse / en la que es muy nuestra.

¡Viva Extremadura! / Esta tierra nuestra,
a la que queremos, / no tan sólo libre,
sino que exigimos / nos la den entera,
sin intromisiones / de Sedes manchegas.


José María Hercilla Trilla
Cañaveraliego
Salamanca, 4 Mayo 2010

207: CORAZÓN DE PIEDRA

CORAZON DE PIEDRA (207)



Cámbiame, Tú, Señor omnipotente,
mi viejo corazón de dura piedra
por otro corazón hecho de carne
humana, débil y perecedera,

para que sus latidos en mis sienes
atestigüen y den clara conciencia
del milagro que implica el estar vivo,
-con todo lo que eso representa-,

y me haga sentir de mis Hermanos
su Hermano en el dolor y en la miseria.
¡Todavía mejor! Haz un milagro

y en mi pecho coloca una colmena
en vez de un corazón, para que siempre
destile rubia miel y blanca cera.


José María Hercilla Trilla
Avila, 16 Mayo 1989

martes, 4 de mayo de 2010

597: HA LLEGADO SEPTIEMBRE



Ha llegado Septiembre (597)

Ha llegado Septiembre, casi sin darme cuenta.
Se coló de rondón y asentó entre nosotros
a la chita callando, sin pedirnos permiso,
acortando los días y enfriando las noches.

El verano se acaba; las noches ya son frescas
e incluso hoy el día amaneció lluvioso
y así se ha mantenido, una hora tras otra,
sin dejar un minuto de caer, obstinada,
esa lluvia que ha sido esquiva a nuestros ruegos
en estos largos meses de caluroso estío,
“de pertinaz sequía”, que dejó nuestros ríos
hechos cauces de guijas, sin tan sólo una gota
de esa agua que es vida, sin la cual no es posible
al hombre hacerse hombre y forjar su futuro.

Con los primeros fríos es preciso arrimarse
al calor del brasero, el clásico brasero
de hispánica solera, escondido al amparo
de amorosa faldilla, esa vieja alcahueta
que en nuestros años mozos supo de las primeras
e inocentes caricias que impartimos, nerviosos,
al tomar nuestras manos las manos de la niña
que supo enamorarnos una tarde cualquiera,
caricias que quisimos ocultar a los ojos
de quienes compartían nuestros juegos y risas,
sin saber del milagro de aquel amor naciente,
que explotaba ante ellos, que daba testimonio
con el casto contacto de dos manos unidas.


El otoño se acerca con paso apresurado,
dejándonos sumidos en la tibia tristeza
de todos los ocasos -ocaso del verano,
ocaso de la vida, ocaso de ilusiones-,
ineluctables ellos, pero propicios todos
a remover recuerdos que yacían, callados,
sin molestar apenas, en el fondo del alma,
y que ahora resurgen intempestivamente,
dejándonos un rictus doloroso en los labios,
fruncidos no sabemos si en gesto pensativo
o en mueca resignada del que el final presiente.

En esta mansa tarde, con los primeros fríos,
me refugio abrigado detrás de mis balcones,
buscando en el brasero el calor que me falta
y un poco de consuelo a la vaga tristeza
que siempre, en estas fechas precursoras de otoño,
le da por asaltarme y hundirme en la desgana,
no sé si razonable o fruto de aprensiones,
pero que nunca falta, puntual, a la cita.

Dios quiera concederme celebrar otro año,
y en este mismo sitio conocer la llegada
de otra primavera que me llene de vida,
me cubra de ilusiones y despeje los tristes
y agoreros presagios que en otoño me invaden;
Dios quiera concederme poder veros a todos
tal como os veo ahora, irradiando alegría
y forjando proyectos, sin que una mala sombra
enturbie vuestra dicha, ni frunza el entrecejo.



Ha llegado septiembre, casi sin darme cuenta;
sabed que espero a todos, que una silla os aguarda
al lado del brasero de mi mesa camilla,
para seguir charlando, en coloquio amigable,
de todas las cuestiones que quedaron pendientes
en nuestras parrafadas del reciente verano.

No me faltéis ninguno. Por favor, os lo ruego.


José María Hercilla Trilla
Salamanca, acabado el 30 Octubre 2009


(Publ. en Es Diari del 09-11-09)

sábado, 1 de mayo de 2010

608/10: ¡¡MI EXTREMAÚRA...!!

¡¡Mi Extremaura…!! (608)

(Ensayo dialectal)

Jace y’algunos días / m`han subío a la sierra,
-la sierra del Arquillu-, / pa que de nuevu viera
mis paisajes d’entoncis, / cuandu entre mis cormenas
me pasaba la vía, / cuidiándolas de cerca,
sin dejar escaparsi / ni un enjambri siquiera.

Cuandu la miel cogía / en su oportuna fecha,
dejaba la precisa / pa que no se murieran,
al llegar el inviernu /y acabar la cosecha
de flores y de frutus, / que empezó en primavera.

Hay una regla d’ oru / que ice que quien quiera
tenel cormenas juertis, / no debe abusal d’ ellas,
y al castralas, dejaldis / bien colmá la dispensa
para qu’ en el inviernu, / cuando no hay nada juera
que llevarsi a la boca, / de jambri no si mueran
y el nigocio s’estrumpi / y se marchi a la mierda.

He güertu a las alturas / serranas y suberbias
qu’ ha tiempo no jollaba; / he güertu a mis cormenas
y a divisal, lejanu, / al Tajo, que serpea
cruzandu la llanura / allá por Alconetar,
cual un jilo de plata / donde el sol se refleja
y relumbria, avisando / de su cursu y presencia.

Todu era lo mesmu; / tan sólu no lo era
el joven cormeneru / de los añus cincuenta,
hoy día convertíu / -aunque él no lo quiera-,
en venerable ancianu / que vacila y cojea,
y al que hay que ayudale / a subir a la sierra,
la mesma qu’él subía / corriendu, con sus pielnas,
cuandu iba diligente / a cuidiar sus cormenas.

Tenía veinte añus, / ajora, más d’ochenta;
estaba sanu entoncis; / ajora, hechu una pepla;
pero sigue pensandu, / y lo hará hasta que muera,
que comu Extremaura / nada hay en la tierra
que sea tan hermosu, / de tan grata vivencia,
lo mesmu en las llanuras, / a veces meio secas,
donde Tajo y Guadiana / se remansan y juegan,
qu’en las cumbres altivas / que curonan sus sierras,
allá por Tornavacas, caminu de Castiella.

He precisau ayúa / pa superá las cuestas,
mas he güerto de nuevu / a divisal las jesas
de mi campu extremeñu, / a lo lejus dispersas,
mostrándome su encantu, / derrochandu belleza,
igual que sucedía / cuand’ iba a mis cormenas,
a ganarmi el sustentu / con su miel y su cera.

¡Qué hermosa, Extremaura; / que bonita es mi tierra!
¡No sé lo que jaría / para golver a ella…!


José María Hercilla Trilla
Salamanca, 2 Mayo 2010