viernes, 29 de mayo de 2009

215 - RÍO ARAVALLE

RIO ARAVALLE (215)


Al pasar bajo el Puente
de Las Aceñas,
Aravalle, sumiso,
se da y entrega
al Tormes literario,
con el que mezcla
sus aguas cristalinas,
espuma y perlas.

Aravalle desciende
desde la Sierra,
del mismo Calvitero
donde naciera,
y siguiendo su curso
se despereza
entre prados jugosos
y verdes huertas,
hasta quedarse preso
en La Retuerta;
pero saltando el muro
que lo represa,
retoma su camino
y zigzaguea
fructificando campos
de La Carrera,
hasta llegar al Puente
de Las Aceñas,
ese puente romano
de dura piedra,
donde yo paseaba
con la barqueña
que me enfermó de amores
con su belleza.

Aravalle, te miro
desde la pétrea
atalaya del Puente
de Las Aceñas,
y escucho las canciones
que con tu lengua
de agua cantarina,
rota en estelas
de espumas desflecadas
entre las hierbas,
vas diciendo a las gentes
de La Ribera.

Aravalle y mi Puente
de Las Aceñas,
donde dije a mi novia
las mil ternezas
que su amor me inspirara
desde que fuera
-hace ya muchos años-
preso por Ella.

Cada vez que a ti vuelvo
en las serenas
tardes del dulce otoño,
que amarillea
los álamos y alisos
de La Ribera,
recuerdo aquellos días,
cuando yo era
un río caudaloso
lleno de fuerza,
que también me rendía
-de igual manera
que Aravalle en el Tormes-
a la barqueña
que me enfermó de amores
por ser tan bella.

José María Hercilla Trilla
Barco de Ávila, 15 Octubre 1989

(De mi Libro: "A orillas del Tormes.-
Poemario barcense")

jueves, 28 de mayo de 2009

130 - PUENTE DE LAS ACEÑAS

PUENTE DE LAS ACEÑAS (130)


En el arcaico Puente
de Las Aceñas,
donde el río Aravalle
sus aguas mezcla
con las aguas del Tormes
y su ribera,
a mi niña bonita,
novia barqueña,
hace ya muchos años,
-¿quién los recuerda?-,
dije yo mis amores
y mis tristezas.

El murmullo del agua
saltando entre las piedras,
y el mágico zureo
del aire en la alameda,
fueron testigos vivos
de todas mis promesas.

¡Cuántos años pasaron
desde tan larga fechas...!

Mas a pesar del tiempo
que amortigua y silencia
amores y pasiones
que se juran eternas,
es lo cierto que ahora,
cada vez que mis piernas
me conducen al Puente,
renuevo mis promesas
de amor a aquella niña
encantadora y bella.

Y los mismos testigos
que entonces me sirvieran,
-el río y su murmullo,
el aire y la alameda-,
solícitos me escuchan
con igual complacencia.

En el arcaico Puente
de Las Aceñas,
a mi niña bonita,
novia barqueña,
enamorado eterno,
renuevo mis promesas.


José María Hercilla Trilla
Barco de Avila, 8 Marzo 1986

(De mi Libro: "A orillas del Tormes.-
Poemario barcense")

miércoles, 27 de mayo de 2009

087 - EL SANTO CRISTO DEL CAÑO

EL SANTO CRISTO DEL CAÑO (087)


Si pasas junto a la Ermita
del Santo Cristo del Caño,
aquella que se levanta
frente a la Villa del Barco,
justo allí donde comienza
el viejo puente romano,
no te olvides, caminante,
que debes hacer un alto.

Detente, sólo un momento,
olvida todo cuidado;
penetra en la Santa Ermita
y al Santo Cristo del Caño
rézale sin prisa un Credo,
como tú sabes rezarlo,
con devoción, despacito,
bien dicho y bien pronunciado.

Cuando salgas de la Ermita
el día verás más claro,
sentirás que el sol calienta,
que cantan mejor los pájaros,
verás más verdes las huertas,
con más fruta los manzanos,
la Sierra más coronada
de blanca nieve en los altos,
el Calvitero más cerca,
Almanzor menos lejano,
el Tormes más caudaloso
correr a tus pies cantando,
y la Villa más bonita
que jamás hayas soñado.

¡Y sentirás que los hombres,
por ser hombres, son hermanos!

Caminante, no te olvides
del Santo Cristo del Caño,
Aquél que tiene su Ermita
frente a la Villa del Barco,
justo allí donde comienza
el viejo puente romano.

¡¡Cada vez que al Cristo reces,
comprobarás el milagro!!

José María Hercilla Trilla
Barco de Ávila, 19 Junio 1983

(De mi Libro: "A orillas del Tormes.-
Canciones barcenses")

martes, 26 de mayo de 2009

079 -DESDE LA RIBERA

DESDE LA RIBERA (079)


Lentamente paseo.
La mañana comienza
con un aire tan limpio
que alcanzo de la Sierra
a divisar las cimas
más lejanas y enhiestas
con una nitidez
insólita.
Me ciega
con su brillo y fulgor
esta luz mañanera
que ha vestido de gala
las plantas y las piedras,
el llano y las montañas,
el río y la ribera.

Los pájaros cantores,
a mi paso, me obsequian
con sus mejores trinos,
mientras veloces vuelan
rasgando la mañana
con sus locas piruetas.

Lentamente discurro
entre las verdes huertas
de alubias y pomares
de la fértil ribera,
absorto ante el paisaje.

Mi vista se recrea
con los tonos del verde,
desde el de la hoja tierna
que baila temblorosa
sobre la mata nueva,
al verde más oscuro
del zarzal, que en las cercas
enmaraña y revuelve
su espinosa melena;
o aquellos veroneses
verdes de la alameda
erguida junto al río,
o los de la arboleda
-de un verde ticianesco-
que tapiza la sierra.

En los iguales surcos
la humedecida tierra,
regada con el agua
cristalina y eterna
que fluye inagotable
de las ricas regueras,
se esponja muellemente,
acogedora y buena,
cobijando amorosa
las finas raizuelas
de las matas de alubias.

En las lomas fronteras,
los tomillos y espliegos
con su flor azulean
los grises verdinegros
de la empinada cuesta
que llaman de Las Viñas,
antes de La Carrera;
y en opuesto sentido,
más allá de Tormellas,
circunda el horizonte
un enjambre de sierras,
anfiteatro inmenso,
alto circo de piedra,
que abruma con su mole
espléndida y soberbia.

¡Almanzor se presiente!

(Escondida promesa
que tan sólo se otorga
a los que tengan fuerza,
y corazón, y empuje,
y alma quijotesca.)

Prosigo mi paseo...
Un zumbido de abejas
acompaña mis pasos;
el alma se me llena
de paz y de ventura.

¡Qué hermosa es la Ribera!

De nuevo me detengo.

A mi diestra, la Iglesia
y el conjunto de casas
que forman la asamblea
de vecinos de El Barco,
resalta su belleza
como un telón de fondo
de esta idílica escena
que ofrecen a mis ojos
las ubérrimas huertas,
la Villa y su Castillo,
los puentes y la Iglesia,
la Ermita con el Cristo
del Caño, la alameda,
el Tormes y Aravalle,
los llanos y la sierra...

¡Dios es maravilloso
y El Barco me lo prueba!


José María Hercilla Trilla
Barco de Ávila, 21 Junio 1981

(De mi Libro: "A orillas del Tormes.-
Cancionero barcense")

lunes, 25 de mayo de 2009

077 - SAN PEDRO DEL BARCO

SAN PEDRO DEL BARCO (077)



San Pedro del Barco,
¿quién no te conoce
habiendo nacido
a orillas del Tormes?

¿Quién no te venera
y a Ti no se acoge,
implora tu gracia
y pide favores?

Tu pequeña Ermita
es certero norte
que sirve de guía
a los pobladores
de estas altas tierras
de tan altos montes;
y no hay un barcense
que tu Santo Nombre
de PEDRO DEL BARCO
con fervor no invoque
en sus alegrías
y en sus aflicciones.

San Pedro del Barco:
Estas gentes nobles,
castellanas viejas,
estos recios hombres
y bellas mujeres,
proclaman a voces
que Tú eres el Santo
de sus devociones.

¡El Santo del Barco!
¡El Santo del Tormes!


José María Hercilla Trilla
Barco de Ávila, 20 Agosto 1980

(De mi Libro: "A orillas del Tormes,
Cancionero barcense"

sábado, 23 de mayo de 2009

056 - NOBLE VILLA ESCONDIDA...

NOBLE VILLA ESCONDIDA... (056)



Un río de montaña
con aguas cristalinas
que bajan desde Gredos
en un cauce de guijas,
saltando alegremente
sobre rocas pulidas
por el roce abrasivo
de piedras y arenillas
que las aguas arrastran
en sus horas de ira.

Un río de montaña
que raudo se desliza
desde el alto venero
colgado de la cima
del Almanzor inmenso,
y entre gratas umbrías
de alisos verdeantes
que alegran sus orillas
o entre prados jugosos
de luz esmeraldina,
va siguiendo su curso
con esa alegre risa
de todo lo que es joven
y se sabe con vida.

Un río de montaña
en cuyas claras linfas
se ven nadar las truchas
de coloradas pintas,
musculadas, potentes,
de piel resbaladiza,
que saltan vigorosas,
-saetas argentinas-,
en busca de un insecto
con que llenar sus tripas.

Y dos puentes, tendidos
entre sus dos orillas,
que como Viejo y Nuevo
las gentes denominan.

Y a la entrada del Viejo,
una pequeña Ermita,
-la del Cristo del Caño-,
cuya imagen divina
lleva todo barcense
en el alma prendida.

Y en el trozo de tierra
que ambos puentes limitan,
alzado alegremente
en su derecha orilla,
un pueblo primoroso
de esta alta Castilla,
que a quiénes lo conocen
para siempre cautiva.

Hace ya muchos años,
en un dichoso día,

descubrí este paisaje
del Tormes y su Villa,
y quedaron unidos
para siempre a mi vida.

Lugar más agradable,
ni vida más tranquila,
no puede descubrirse
en nuestra geografía.

Vieja Villa del Barco,
que a reposar convida
entre tus buenas gentes
honradas y sencillas,
para olvidar trabajos
y restañar heridas.

En estas tardes claras,
en estos largos días,
me empapo en tu belleza
y sentado a la orilla
de este Tormes riente
que bajo el sol rutila,
te miro ensimismado
y mi melancolía
-como nube en el aire-
al verte se disipa.

Blanca Villa del Tormes
que me endulzas la vida
con el reposo grato
de tu hermosa campiña,

de tus huertas feraces,
de tus horas sin prisa...

Tu Iglesia portentosa,
con esa rejería
que es prodigio de arte
y que todos admiran;
tu castillo roquero,
cuyas piedras en ruinas
se asoman sobre el río,
que refrena su prisa
al pasar a tu lado
y rendir pleitesía.

Y todo tu contorno,
en cuya serranía
descubres mil encantos
donde quiera que miras.

Yo quisiera cantarte
con palabras sentidas
este amor que te tengo,
este amor que me inspiras,
vieja Villa del Barco,
asomada a las limpias
y refulgentes aguas
del Tormes, maravilla
de ríos cristalinos
de mi amada Castilla.

¡ Vieja Villa del Barco,
noble Villa escondida

en un rincón ameno
repleto de delicias,
recibe este tributo
de amor y pleitesía. !

José María Hercilla Trilla
Barco de Ávila, 4 Agosto 1977

(De mi Libro: "A orillas del Tormes.- Cancionero barcense")

viernes, 22 de mayo de 2009

511 - DEDICATORIA BARCENSE

DEDICATORIA BARCENSE (511)


Me aproximo al final de mi camino
y quiero que, ligero de equipaje,
desnudo cual los hijos de la mar,
que nos dijo Machado –don Antonio-,
la llegada a la meta me sorprenda,
sin bagaje accesorio que me impida
emprender el viaje sin retorno.

Mi trabajo, amores e ilusiones,
he ido repartiendo en el trayecto,
envueltos en jirones de mi vida,
y hoy puedo proclamar que nada tengo,
a excepción de unos libros y cuadernos
donde quise dejaros por escrito
las cosas que pasaban por mi mente
o nacían, a veces con dolores,
de lo hondo del pecho estremecido,
buscando un ideal que a mis hermanos
nos hiciere vivir fraternalmente.

Hoy os dejo a vosotros, mis amigos
de estas tierras barcenses tan queridas,
este breve librito de poemas,
escrito en el transcurso de unos años,
unas veces sentado en la ribera
del río literario y tormesino,
a la sombra y abrigo de las altas
y verdes alamedas sonorosas,
por frente de la Ermita berroqueña
que sirve de cobijo al Santo Cristo;
otras veces alejado de vosotros,
llevado por la fuerza del destino,
arrastrado de un lado para otro,
pero siempre pensando en estas tierras
donde un día se hundieron mis raíces
al casarme -medio siglo ha pasado-,
con la guapa y gentil mujer barqueña
que supo enamorarme con su encanto
y es dueña, desde entonces, de mi vida.

No sé si la lectura os será grata,
o si, por el contrario, indiferentes
os habréis de quedar tras hojearlo;
todo es cuestión de gustos, y es sabido
que el gusto es personal e intransferible.

Yo os puedo asegurar que al escribirlo
puse en él mis amores e ilusiones,
deseando que el libro me sirviera
de testigo delante de vosotros.
¡Dios quiera que lo haya conseguido!


José María Hercilla Trilla
El Barco de Ávila, 1º Septiembre 2.006
Fiesta de la Subida del Cristo del Caño


(De mi Libro: "A orillas del Tormes")

jueves, 21 de mayo de 2009

323 -LAS CUATRO LÏNEAS

LAS CUATRO LINEAS (323)


“En Castilla, la horizontal, el galgo; el chopo, la vertical"


En esta vieja Castilla,
cartesiana y teologal,
sólo existen cuatro líneas,
ni una menos, ni una más.

La Horizontal, la da el galgo;
el chopo, la Vertical;
los políticos, la Oblicua;
la Quebrada, nos la da
el clima que la avasalla,
riguroso y desigual,
que si un día te achicharra,
al otro te puede helar.

¿La Curva? No se conoce;
la Curva es la suavidad,
y en Castilla, ni sus campos,
ni las gentes en su hablar,
entienden de suavidades,
-están fuera de lugar-.

Sus campos son rectilíneos,
inmenso mar mineral
con olas que son montañas
empinadas al azar.

Rectilíneas son sus gentes;
no saben disimular
y al vino le llaman vino,
como al pan le llaman pan,
sin valerse de eufemismos,
hablando con claridad,
como debiera de hablarse
siempre y en todo lugar.

En esta recia Castilla,
celtibérico solar,
con cuatro líneas les basta
y no necesitan más.

¿Para qué añadir la Curva
si nunca la van a usar?


José María Hercilla Trilla
Salamanca, 1 Enero 1998

(De mi libro: "Canciones abulenses")

miércoles, 20 de mayo de 2009

204 - ÁVILA SERRANA

AVILA SERRANA (204)


¡Avila serrana,
Avila roqueña
de las tierras altas
y las parameras
donde hostiga el cierzo
y el hielo blanquea!

Avila sufrida;
en tu parda tierra
el duro granito
rompe la corteza
y con los picachos,
que en Gredos se elevan
cual dedos agudos
de una mano abierta,
desgarra las nubes
que Almanzor apresa,
en un loco intento
de asir las estrellas.

Avila serrana,
castellana vieja,
amparo de Reyes,
Catedral guerrera,
murallas invictas,
alta fortaleza,
pétrea barbacana,
empinadas cuestas
sobre el río Adaja
que a sus pies sestea;
diáfano cielo
donde la paleta
de Dios ha pintado
las luces más bellas;
San Pedro extramuros
-que fue juradera-;
San Vicente y todas
las viejas Iglesias;
San Segundo, orante
en la ermita aquélla;
el Grande y el Chico,
-¿quién no los recuerda?-,
San Juan de la Cruz
y Santa Teresa...

Avila serrana,
de Santos y piedras;
Avila inefable,
cuando yo me muera,
por un agujero
¡que me dejen verla!


José María Hercilla Trilla
Avila, 2 Marzo 1989

(De mi Libro: "Canciones abulenses")

martes, 19 de mayo de 2009

191 - LA ENCARNACIÓN

LA ENCARNACION (191)


En el Monasterio
de La Encarnación
las castas esposas
de Nuestro Señor
Jesucristo cantan
la dulce canción
en la que proclaman
el divino Amor
que llena sus almas
y su corazón.

En el Monasterio
de La Encarnación,
las santas esposas
dicen su oración
piadosa y sentida,
en suave rumor
de angélicas voces
que llegan a Dios
cual fragante aroma
de lirios en flor.

En el Monasterio
de La Encarnación,
en el coro cantan
con su blanca voz
las glorias eternas
del Gran Hacedor,
sintiendo en su pecho
-transverberación-
un dardo de fuego
que es fuente de Amor.

En el Monasterio
de La Encarnación,
tan cerca del cielo,
muy cerca de Dios,
las castas esposas
de Nuestro Señor,
rezan por nosotros
y piden perdón
por nuestros pecados
al Dios Redentor.


José María Hercilla Trilla
Avila, 9 Junio 1988

(De mi Libro: "Canciones abulenses"

lunes, 18 de mayo de 2009

190 - SAN PEDRO

S A N P E D R O (190)


El esquilón de San Pedro
repica de madrugada,
llamando a los abulenses
para la misa de alba.

(La ciudad está dormida
a estas horas tan tempranas.)

Por El Grande, solitario,
cruzan graves tres beatas
que viven en San Segundo
y van a misa diaria,
para así entrar en el cielo
y salvarse de las llamas.

Otras dos bajan veloces
por la Calle Duque de Alba,
envueltas en recio abrigo
y subidas las bufandas,
queriendo llegar a punto
a la Misa sacrosanta.

Un rayo de luz naciente
sobre el ábside se alza,
iluminando el repique
del sacristán, que se afana
en despertar a los vivos...,
y a los muertos, si hace falta.

(La ciudad, duerme que duerme...,
a pesar de la campana.)

Cubierta de fina alfombra
de la más brillante escarcha,
-cuatro grados bajo cero
el termómetro señala-,
hace un frío que endurece
los oídos y hasta el alma.

El esquilón sigue, loco,
con su repique de plata,
convocando a los cristianos
dormidos bajo las mantas;
ésos que a su Dios recuerdan
tan sólo en las horas malas,
cuando los cielos se nublan
y les llueven las desgracias.

Don Claudio, desde su busto,
-vigía de la mañana-,
en su pedestal subido,
de dura piedra labrada,
desde la Plaza contigua,
recoleta y teresiana,
oye el din-dón, complacido,
y se ilumina su cara
con una leve sonrisa,
mientras se limpia las gafas.


(La ciudad sigue dormida
en esta cruda mañana...)

Hay quien dice que este sueño
puede llegar a matarla...


José María Hercilla Trilla
Avila, 12 Mayo 1988

(De mi Libro: "Canciones abulenses")

sábado, 16 de mayo de 2009

188 - ÁVILA

A V I L A (188)



No hay cielo más azul y refulgente
que este cielo que ahorma la Muralla,
deslumbra con su brillo, y avasalla
con su luz al pintor más exigente.


No hay aire más sutil y transparente
- tan limpio que se pasa de la raya -
que este aire, donde la luz estalla
en gama de colores sorprendente.


Ni hay invierno más crudo y duradero
que este invierno, tan largo y traicionero,
que te obliga a cubrirte con el sayo


desde el quince de Agosto en adelante,
hasta el día final del mes de Mayo....,
o hasta el treinta de Junio, Dios mediante.


José María Hercilla Trilla
Avila, 2 Mayo 1988

(De mi Libro: "Canciones abulenses")

viernes, 15 de mayo de 2009

181 - EN LA SUAVE LADERA

EN LA SUAVE LADERA (181)


En la suave ladera en que se agotan
las abruptas pendientes de aquel risco,
un álamo destaca solitario,
apuntando hacia el cielo como un grito
brotado de la tierra lastimada
en sus hondas entrañas por el frío
nocturno de estas fechas otoñales,
anuncio del invierno tan temido.

Solitario y soberbio, se levanta
en el centro de un prado, como un cirio
inmenso que alumbrara la campiña
con sus hojas teñidas de amarillo,
sobre el verde agostado de la hierba,
taladrando el azul del infinito
como canto que ansía sublimarse
y ser grito de amor, y no quejido.

Los pájaros que alegres se posaban
en sus ramas, buscando en el estío
refugio en los ardores meridianos,
emigraron en busca de otros sitios
de clima más templado y apacible,
donde el hielo jamás es conocido
y siguen floreciendo los rosales
y jugando desnudos los chiquillos.

Mañana, esas hojas amarillas,
desprendidas del álamo cual discos
dorados, arrastrados por el viento,
en el suelo serán oro marchito,
y el tapiz de la hierba verdinegra
mancharán con su alegre colorido,
en torno de aquel árbol solitario
que seguirá gritando su martirio,
añorando los pájaros que fueron
alegre algarabía con sus nidos
y los juegos y risas que a su sombra
tejieron en las tardes del estío
un grupo alborozado de muchachos
que hace tiempo dejaron de ser niños.

En esta tarde fría de Castilla,
contemplando el paisaje que he descrito,
una paz inefable me atenaza
y siento en la garganta, contenido,
el ansia de elevar mis oraciones
como ramas de un álamo amarillo.


José María Hercilla Trilla
Barco de Avila, 12 Octubre 1987

(De mi Libro: "Canciones abulenses")

jueves, 14 de mayo de 2009

172 - LAS PUERTAS DE LA MURALLA

LAS PUERTAS DE LA MURALLA (172)


Desde el cercano Soto,
vecino del Adaja,
contemplo deslumbrado
la Ciudad, que se alza
soberbia ante mis ojos,
con su altiva Muralla,
espléndida corona
que la ciñe y remata
en un marco de gloria
augusta y soberana.

Avila se presenta
a los ojos del alma
como un barco varado
en la loma cercana,
erguido hacia los cielos,
con la proa apuntada
a rumbos ideales,
vibrante con las ansias
de perfección que un día
descubriera La Santa.

Detenida en el tiempo,
soberbiamente alzada
sobre toda Castilla,
permaneces anclada
en el duro granito,
soportando la zarpa
de los vientos y el frío
que cubre de una blanca
capa de limpia nieve
tus calles y tus plazas.

- I -

El aquilón rabioso
se estrella en tu Muralla,
y Vallespín arriba
se cuela hasta la Plaza;
por la PUERTA DEL PUENTE
conquista las arcadas
del soportal de El Chico
y luego se derrama
por las calles vecinas,
arrebatando capas.

Por la Puerta del Puente,
-donde la cuesta acaba-,
das estrecha salida
al escuálido Adaja,
ese río modesto
que silencioso pasa,
dejando que se miren
en sus tranquilas aguas,
-no siempre cristalinas-,
las soberbias Murallas.





- II -

A la PUERTA DEL CARMEN,
la de esbelta espadaña,
se abren cuatro calles
desde su breve plaza,
y de las cuatro, una
es la de Las Tres Tazas;
si a esa Puerta te asomas,
a no mucha distancia,
verás el Monasterio
donde vivió La Santa.


- III -

Del MARISCAL, LA PUERTA,
es salida o entrada
entre la Ronda Vieja
y Fuente Sol la Plaza,
y desde sus alturas
se goza el panorama
bucólico que ofrece
la amplia y dilatada
zona norte abulense,
donde corre el Adaja.

Subiendo por la Ronda,
esa cuesta empinada
del Cerro de la Mula,
después de ya pasada
del Mariscal la Puerta,
a los ojos destaca
San Vicente, la Iglesia
Basílica que guarda
en su cripta la hermosa
Virgen de Soterraña.


- IV -

SAN VICENTE es la PUERTA
que parece más alta,
y de todas las puertas
de la altiva Muralla,
la más reproducida
y la más admirada;
aquélla que nos muestra
más piedras enclavadas
de la que fuera un día
necrópolis romana.


- V -

Del PESO DE LA HARINA,
que también es llamada
PUERTA DE LOS LEALES,
es puerta que reemplaza
desde hace cuatro siglos
otra Puerta cercana
o POSTIGO DE ABADES,
hoy día transformada
en puerta de capilla
a San Segundo alzada.

Junto a esa noble Puerta
que vio las mil hazañas
de esta gente abulense
de tan alta prosapia,
defensora de Reyes,
-dos Alfonsos de España-,
la Casa del Caballo
nos muestra en su fachada
a San Martín partiendo
con un pobre su capa.


- VI -

Aunque nunca se cuenta,
otra PUERTA de entrada
permite libremente
traspasar la Muralla
entrando en LA CAPILLA
que Manrique de Lara
construyó en el espacio
del cubo que asolara
con la regia licencia
de un augusto Monarca.


A través de la sede
del que es Templo y Alcázar,
Catedral-fortaleza
de torre inacabada,
también cabe adentrarse,
escalando la grada
que accede a la Capilla
de San Segundo, a las
naves del Templo y luego
penetrar en la plaza.


- VII -

Dando vistas a El Grande,
la PUERTA DEL ALCAZAR
se cobija a la sombra
de las dos barbacanas
del torreón vecino,
y muestra una Muralla
desprovista de almenas,
cual si fuera una tapia
de un corralón de pueblo,
que a nadie preocupara.

Enfrente de esa Puerta,
airosa se levanta
la Iglesia de San Pedro,
aquélla en que juraran
los Católicos Reyes
y Carlos de Alemania
los Fueros abulenses,
al llegar a esta plaza
defensora de Reyes
y florón de la Patria.

También frente a esta Puerta
y en medio de la Plaza
con pórticos de El Grande,
la estatua de La Santa
vigila a sus paisanos
y mira la Muralla,
contando las almenas
y viendo las que faltan,
sin poder explicarse
de este fallo las causas.


- VIII -

Por la PUERTA DEL RASTRO,
que linda con la Casa
de los Dávila y luego
Marqueses de Las Navas,
se sale del recinto
a gozar de la amplia
perspectiva que ofrece
la visión dilatada
de Valle Amblés tendido
sumiso ante sus plantas.

En las tardes de Junio
se observa en la distancia
la escoba florecida,
que cubre de una capa
de amarillo las cumbres
que enfrente se levantan,
cual si fueran del cielo
una nueva muralla,
trasunto de esta otra
que Alfonso levantara.


- IX -

También a mediodía
la PUERTA DE LA SANTA
abre su pétrea boca
a la recia quebrada
que, por el Teso abajo
y la Calle Empedrada,
suaviza su pendiente
hasta llegar al agua
adormecida y poca
del circundante Adaja.

De Blasco Núñez Vela
la solariega Casa,
y aquélla de Teresa
de Cepeda y Ahumada,
-hoy convertida en Templo
de Teresa, La Santa-,
junto con los Palacios
Superunda y Almarza,
custodian esta Puerta
al par que la realzan.



- X -

De todas las salidas,
o todas las entradas,
-según como se mire-,
es la menos usada
la de MALAVENTURA,
PUERTA que en fecha aciaga
vio salir los rehenes
-si la cuenta no falla
creo que fueron sesenta-
que un traidor degollara.

Un Alfonso Primero,
casado con Urraca,
Viuda del de Borgoña,
aragonés monarca,
degolló a los sesenta
y remató su infamia
cortando las cabezas
a cuchillo o espada,
para luego cocerlas
de manera inhumana.

(El lugar del suceso
"Las Hervencias" se llama.)
Blasco Jimeno al punto,
-que la Ciudad mandaba-,
quiso vengar el crimen
y al traidor dando caza
cerca de Fontiveros,
le retó cara a cara,
pero los ballesteros
del infame monarca,
en el Campo del Reto,
le cosieron la espalda
con mortales ballestas
a traición disparadas.

De la Malaventura
desde entonces se llama
esta Puerta modesta,
que ni es Puerta ni es nada,
olvidado postigo
de ventura tan mala.




FORASTERO:

Estas son las DIEZ PUERTAS
-de ella, una privada-
que permiten el paso,
de salida o entrada,
a través de los muros
de la vieja Muralla,
corona que circunda
esta Ciudad callada
de nobles Caballeros,
y cuna de La Santa,
donde el tiempo detuvo
su carrera alocada
y puede disfrutarse
de la paz y la calma
que a todos los humanos
nos es tan necesaria.

Estas son las DIEZ PUERTAS
que te darán entrada
a esta Ciudad hermosa,
donde el silencio canta,
y donde el forastero
que las mismas traspasa
es recibido siempre
con esa castellana
franqueza de las gentes
de las mesetas altas,
que, al tenderos la mano,
el corazón y el alma
os ofrecen con ella
y os dan su confianza.



José María Hercilla Trilla
Avila, 14 Junio 1987

(De mi Libro: "Canciones abulenses")

miércoles, 13 de mayo de 2009

PUESTA DE SOL (171)

En la tarde, que muere a borbotones
y desgrana en su reloj de arena
o en la clepsidra del cercano estanque
los últimos minutos que le restan,
el mundo difumina sus perfiles
y el silencio, como una sombra espesa,
desciende de lo alto de las cumbres
que rematan las empinadas cuestas,
y a su paso enmudecen los ganados
y el aire se detiene entre las peñas.

Una paz enervante va envolviendo
este campo de insólita belleza,
en el que todo calla mansamente:
El aire, que ha parado sus carreras;
las liras de los árboles cercanos,
viejos olivos de grises cortezas,
cuyas hojas, vibrantes hasta entonces,
su murmullo asordinan, y silencian
finalmente la música acordada
que al labriego acompaña en su faena;
el mugido profundo de unas vacas
paciendo la jugosa y fresca hierba
en un prado esmeralda que se extiende
siguiendo aquel camino, a la derecha;
los balidos que lanzan impacientes
de un rebaño las bíblicas ovejas,
buscando presurosas el amparo
del seguro redil donde las cierran...

Los pájaros, posados en bandadas
después de su arribada bullanguera,
por fin, acomodados en las ramas
de olivos, alcornoques o de higueras,
aguardan silenciosos que la tarde
decline y que la luz al fin se muera.

Por los duros atajos y senderos
los hombres se dirigen a la aldea,
cansados por un día interminable,
arreando a las cansadas bestias,
-unos pobres burrillos agobiados
con el peso excesivo de la leña-.

Todo es calma. La tarde desangrada
gota a gota, en silencio, mientras llega
la noche con su manto de brocado
cuajado con la luz de mil estrellas,
el alma conturbada nos conmueve
con una dulce sensación de pena,
haciéndonos pensar en lo fugaces
que son todas las cosas en la tierra.

De todos los silencios de la tarde,
el silencio que más me desconsuela
es el hondo silencio en que me hundo
al callarse de pronto mis abejas.


¡Entonces el silencio es absoluto
y la tarde parece que está muerta.!

Ha caído la noche finalmente
y Dios en las altura nos contempla...

Levanto la mirada y me pregunto:

¿Qué pensará el Señor cuando nos vea.?



José María Hercilla Trilla
Barco de Avila, 7 Junio 1987

(De mi Libro: "Canciones extremeñas")

martes, 12 de mayo de 2009

143 - RIO TORMES

RIO TORMES (143)


- I -

Apenas ha brotado de su fuente,
-entraña de un helero cristalino-,
se desboca siguiendo su destino
que al Duero le conduce ciegamente.

Saltarín, musical y transparente,
aromado de espliegos y de pino,
a su paso por Hoyos del Espino,
el Tormes se despeña raudamente.

En sus aguas, la prodigiosa trucha
se opone a la corriente en tenaz lucha,
en busca del mosquito volandero;

o en las sombras se queda aletargada,
esperando que pase el forastero
pescador, con su caña y su lanzada.

- II -

El Tormes, más sereno y apacible,
se remansa en El Barco, bajo el puente,
desde cuyo pretil la buena gente,
asombrada, contempla el indecible

paisaje montañoso, indescriptible,
que sirve de remate a la riente
estampa de Las Hoyas, cuyo frente
es freno de su curso incoercible.

Impoluto, se aleja de El Barquillo
y se adentra sumiso en Salamanca
que el cristal de sus aguas contamina,

y cruza por Ledesma sin el brillo
que en Gredos le prestó la nieve blanca,
convertido en cloaca salmantina.


José María Hercilla Trilla
Avila, 10 Junio 1986

(De mi Libro: "Canciones abulenses")

lunes, 11 de mayo de 2009

138 - EL TEMPLETE

EL TEMPLETE (138)



El Jardín del Recreo
tiene una cosa
inútil, por el hecho
de estar ociosa.

El Jardín del Recreo
tiene en su centro
un hermosa templete,
con nada dentro.

Las gentes que contemplan
tal monumento,
culpan de este vacío al
Ayuntamiento,
y piden menos guardias
y oficinistas,
a cambio de unos cuantos
buenos artistas,
que con saxos y flautas
y clarinetes,
tocasen los domingos
en El Templete,
pues es común creencia
de los mortales
que con fiestas se pasan
mejor los males.

Esperemos que un día
y a cielo abierto,
Alcalde y Concejales
den "el concierto".

José María Hercilla Trilla
Avila, 1º Mayo 1986

(De mi Libro: "Canciones abulenses")

viernes, 8 de mayo de 2009

134 - PASEO DE SAN ROQUE

PASEO DE SAN ROQUE (134)


Paseo de San Roque,
también tú eras,
-junto con el del Rastro-,
la solanera
donde todos los niños
y sus niñeras
retozaban dichosos
en primavera.

Ahora, las altas casas
que allí se hicieran
han llenado de sombra
las dos aceras,
y lo que no hace mucho
solana fuera,
es un triste paseo
y una nevera.

¡¡Quién pudiera de nuevo,
-ay, quien pudiera-,
devolverte al instante
tu sol, que era
encanto en los inviernos
y primaveras.!!


José María Hercilla Trilla
Avila, 20 Abril 1986

(De mi Libro: "Canciones abulenses")

jueves, 7 de mayo de 2009

129 - EN EL PASEO DEL RASTRO

EN EL PASEO DEL RASTRO (129)



En El Rastro, al abrigo
de la Muralla,
se pasean las gentes
privilegiadas.

Del cierzo protegidos
por la solana,
se pasean los viejos
en las mañanas,
recordando sus triunfos
y sus batallas,
y aquellos años mozos
de sus hazañas,
cuando por sus arterias
la sangre brava
batía presurosa
con las zagalas.

Para cobrar aliento
-si acaso falla-
en el pretil se apoyan,
y el panorama
contemplan abstraídos,
en tanto vaga
su espíritu alumbrado
por la nostalgia.

En El Rastro, al abrigo
de la Muralla,
todos los jubilados
las horas pasan,
disfrutando del ocio,
charla que charla,
sobre si las pensiones
están muy bajas,
o lo mucho que cuesta
poder cobrarlas,
y comentan del mundo
lo mal que anda,
hasta que cada uno
se va a su casa,
buscando las sopitas
y la companga.

En El Rastro, al abrigo
de la Muralla,
si Dios me lo permite
y el cuerpo aguanta,
yo quisiera algún día
tener mi plaza,
para con mis amigos,
-en la solana-,
calentarme los huesos
en paz y en calma.

José María Hercilla Trilla
Avila, 2 Febrero 1986

(De mi Libro: "Canciones abulenses")

miércoles, 6 de mayo de 2009

091 - A HERMENEGILDO MARTÍN BORRO

A HERMENEGILDO MARTIN BORRO (091)

“Poeta de la Hispanidad"


Hermenegildo, amigo,
maestro indiscutible de Poetas,
cantor insuperable y esforzado
de la abulense tierra,
alta cuna y solar de Caballeros,
de San Juan de la Cruz y de Teresa.

Tu recio varonil verso sonoro,
cincelado en la roca berroqueña
que emerge en las orillas del Burguillo
y agreste asciende hasta las altas sierras,
debiera eternizarse como ejemplo
y memoria eternal de tu manera
de hacer y de sentir líricamente
el placer de la vida lugareña
de tu natal Cebreros, donde el vino
de las feraces y cuidadas cepas
alivia del trabajo cotidiano
y mitiga las penas.

Hermenegildo, amigo,
que al aire lanzas tu sentida queja,
creyéndote olvidado de los hombres,
al ver que hasta tu puerta
no acuden presurosos, como antaño,
a disfrutar de aquellas
dulces horas de grata compañía
que a todos concedieras.

La distancia no enfría los afectos,
aunque las muchas leguas
impidan o retarden el abrazo
del amigo, la dulce confidencia,
o compartir viejos recuerdos
de las nativas tierras,
de tiempos ya pasados
o personas amadas y ya muertas.

Nunca fuiste olvidado;
en la memoria queda
-de todos tus amigos y lectores-
el recuerdo emocionado del Poeta
que supo conquistar con limpia pluma
el nombre de "Cantor de las Américas",
dejando para siempre en nuestro oído
la musical cadencia
de tus blancas y líricas estrofas,
bellos cantos de amor en primavera.

Hermenegildo, amigo,
quien esto escribe, te recuerda
y siente la nostalgia de tu verso
y añora en la distancia tu presencia.

Desde tus agrias soledades grises,
que el peso de los años acrecientan,
concédenos la gracia de tu verso,
para que el mundo pueda
seguir gozando tu sonoro canto.

Ya sabes que el Poeta,
como el cisne impoluto y cuellierguido
de la inmortal leyenda,
ha de seguir cantando, tenazmente,
hasta agotar sus fuerzas.


José María Hercilla Trilla
Avila, 1º Mayo 1984

(De mi Libro: "Canciones abulenses")

martes, 5 de mayo de 2009

066 - CAMPOS DE CASTILLA

CAMPOS DE CASTILLA (066)



Oh, campos de Castilla,
de esta recia Castilla milenaria,
vieja cuna de la que un día surgiera
el prodigio histórico de España.

Oh, tierras de Castilla, malheridas
por el sol inclemente, o por la escarcha
curtidas, hasta hacerlas
tan hoscas y tan pardas.

Llanuras infinitas, secarrales
de las duras planicies castellanas,
barridas por el viento
en ruda y estruendosa galopada
que asola cuanto pisa
y abate cuanto halla.

Cabezos desmochados, serrijones,
donde las pobres matas
de escoba, de tomillo o de romero,
aferran sus raíces en las lascas
cortantes y negruzcas, desprendidas
de las grises pizarras,
o entre el frío granito berroqueño
de las mesetas altas.

A trechos, el hachazo despiadado
y cortante del agua
caída en torrentera,
nos muestra las barrancas
abiertas y profundas, como bocas
hambrientas y calladas.

¡Campos de mi Castilla, que me duelen
en el cuerpo y en el alma.!

Campos de mi Castilla,
heroica, sufrida y legendaria;
Castilla, miserable y orgullosa,
pobre y altiva tierra castellana,
cuyos hombres supieron, denodados,
un mundo conquistar con sus hazañas,
alternando con la esteva del arado,
la Cruz de sus mayores y su espada.

José María Hercilla Trilla
Avila, 12 Octubre 1978

(De mi Libro: "Canciones abulenses")

lunes, 4 de mayo de 2009

061 - PASEO DEL RASTRO

PASEO DEL RASTRO (061)


Al abrigo de la muralla pétrea,
resguardado del frío y de los vientos,
El Rastro nos ofrece su refugio,
un oasis de paz y de silencio
en un largo paréntesis de calma,
mitad jardines y mitad cemento,
desde el cual se nos brinda el panorama
del entorno abulense, serenamente bello,
serenamente calmo,
adormecido y quieto.

Barbacana volcada sobre Valle
Amblés, que se extiende hasta lo lejos,
lujuriante de verde en primavera,
de triste color pardo en el invierno.

La torre octogonal de Santiago,
el horizonte rompe con rasgado quiebro,
alzando su cubierta de pizarra
y su airosa veleta hacia los cielos,
muda oración de piedra que se yergue
desafiando al tiempo.

San Nicolás, románico y humilde,
se alza sin despegarse del terreno,
mostrando la belleza de sus piedras
labradas por las manos de un cantero
inefable y sencillo, artista
singular, hijo del pueblo.

Desde la arbórea mancha del cercano Soto,
mansamente, despacio y en silencio,
culebrea patético el Adaja,
-aquél que ataja al Duero-,
soñando con caudales imposibles
que rompan el ensueño
de su fluir escaso y encalmado,
de su correr incierto.

Adaja, manso río, que, alternativamente
eres agua que corre y cauce seco,
riberas que verdean y florecen,
o charcos que se pudren, donde el cieno
se seca y resquebraja y se hace polvo
barrido por el viento.

Adaja intermitente y obstinado,
que con líquido esfuerzo
vas forjando tu camino en la meseta
reseca de Castilla, hasta llegar al Duero.

Apenas vislumbrada en la distancia,
La Aldea del Rey Niño, en el otero
que se divisa al frente, camino de Burgohondo,
delata su presencia al forastero
por los hilos de humo que se elevan
de sus pardos tejados hacia el cielo.

A la siniestra mano, el Santuario
Mariano de Sonsoles, donde el pueblo
abulense rinde culto a la Virgen
y le ofrenda sus rezos,
se muestra recostado blandamente
en un breve altozano de los cuestos
que llevan a la fría Paramera,
camino de Toledo.

Y a la mano diestra, La Colilla,
-extraño nombre para hermoso pueblo-,
se encarama y anida
cobijada en el hueco
de un próximo cerrillo que la guarda
y defiende del cierzo.

Y allá, en la lejanía, como telón de fondo
de este cuadro de ensueño,
las sierras circundantes se escalonan
teñidas del color amarillento
que da la escoba en flor en estas fechas,
llegado el mes de Junio, cuando va a dar comienzo
el breve veranillo de las cumbres,
que grana los centenos.

La Serrota, más allá de Sotalbo,
eleva a las alturas su Pico Zapatero,
que aún conserva la nieve de diciembre
en los altos heleros.

En el Valle, que se extiende calmado,
como un tapiz risueño,
los cuadros del sembrado y pastizales
simulan un variado y gran tablero
de alegre colorido, una paleta
donde el Pintor Supremo
hubiera derramado los colores
con sus divinos dedos.

¡Dulce paisaje de esta tierra amada,
que, desde El Rastro, ensimismado veo,
llenándose mis ojos con la luz
maravillosa y limpia de este cielo.!


José María Hercilla Trilla
Avila, 24 Junio 1978

(De mi Libro: "Canciones abulenses")

viernes, 1 de mayo de 2009

054 - ÁLAMO DE CASTILLA

ALAMO DE CASTILLA (054)


Álamo de Castilla,
que en vertical perfecta
te yergues solitario,
cual afilada flecha
al cielo dirigida.

Eres muda protesta
por tanto campo seco,
por tanta paramera,
y riscos, y collados,
y cárcavas inmensas,
que forman este suelo
de dura y parda tierra
que se llama Castilla.

Eres alta bandera
abrasada de soles,
que se mantiene enhiesta
en permanente reto
sobre la tierra seca,
agitándose al viento.

En la dura meseta
eres la dulce nota
que rompe la rudeza
y la monotonía
de la planicie pétrea,
alegrando el paisaje
con tu grácil silueta
y el verde de tus hojas,
temblorosas apenas
reciben la caricia
de la brisa ligera.

Eres arpa sonora
que la brisa despierta
con sabia y dulce mano,
o que el cierzo doblega
con su látigo fiero
al batir la sedienta
estepa castellana,
campos de barbechera
infinitos y pardos,
soledades inmensas
de cardo y jaramagos,
desprovistos de hierba.

Álamo de Castilla,
que en caminos y sendas
ofreces tu refugio
de sombra placentera
a todo caminante
que hasta tu lado llega
en busca de cobijo.

Sin tu grata presencia
Castilla no sería
habitable siquiera;
sin el verde contraste
que en llanos y riberas
ofrecen los conjuntos
de umbrías alamedas,
el campo castellano
sería sólo tierra,
un páramo infinito
de tierra polvorienta.

Álamo de Castilla!

Mi mente se recrea,
-cobijado en tu sombra-,
forjando una quimera:

El Cid sale de Burgos
jinete en su Babieca,
seguido de sus fieles,
camino de Valencia.

El Cid cruza Castilla,
pedregosa y reseca,
camino del destierro,
en una marcha lenta,
sin encontrar ayuda
en ciudades o aldeas,
que le niegan asilo.

Cuando la noche llega,
el Cid y su mesnada,
sus soldados y bestias,
se refugian cansados
en la grata alameda
que les brinda refugio
en la inhóspita tierra.

Y así cruza Castilla
el Cid sobre Babieca,
sin hallar otro asilo,
sin que nadie le tienda
una mano amistosa,
ni alivie la tristeza
del forzado destierro
por su Santa Gadea.

Sólo tú le prestaste
tu sombra placentera,
álamo centenario,
erguido como flecha
al cielo dirigida
en signo de protesta.

¡Álamo de Castilla,
en tu larga existencia
cuántas cosas has visto!

¡¡Cuánta gloria y miseria!!


José María Hercilla Trilla
Avila, 2 Junio 1977

(De mi Libro: "Canciones abulenses")