jueves, 30 de abril de 2009

049 - RETRATO

R E T R A T O (049)


A Don Eduardo Ruiz Ayucar,
Abogado, Cronista de Avila
y, sobre todo, Amigo.


Tengo yo un amigo,
castellano viejo,
de hidalga apostura,
a quien mucho aprecio.

Con su faz de fauno,
-aunque es hombre serio-,
recorre el camino
con alegre gesto,
como si esta vida
fuera un grato juego,
como si la Tierra
fuera un dulce huerto
donde no crecieran
en su duro suelo,
abrojos ni espinas,
ni sapos, ni escuerzos.

Cronista de Villas
de rancio abolengo,
sus crónicas teje
con agudo ingenio,
y la historia fría
de antañones tiempos,
sabe recrearla
y hacer un ameno
relato de todos
los rancios sucesos.

De su recia pluma,
digna de aquel áureo
Siglo de las Letras
que alumbró a Quevedo,
no se escapa nada
que tenga un reflejo
de interés humano,

Con su verbo fácil,
sus conocimientos
de las mil materias
y variados géneros,
desgrana y expone
con sin par gracejo
y hace amenas, cosas
que jamás lo fueron.

La Historia y el Arte
de este noble pueblo,
a mi buen amigo,
no guardan secretos.

Saltador de muros,
igual que un quinceño,
buscando vestigios
de pueblos pretéritos,
se quebró una pierna;
y durante un tiempo
fue, mi buen amigo,
el retrato egregio
de un noble pirata,
que en altivo gesto
contemplaba el mundo
con su lente negro,
con su pierna rota
y su puro eterno.

Sólo le faltaba
para estar completo,
recorrer las calles
en su toga envuelto.

¡No digo su nombre,
pero no es secreto,
que estos datos bastan
para conocerlo!


José María Hercilla Trilla
Avila, 18 Julio 1974

(De mi Libro: "Canciones abulenses")

miércoles, 29 de abril de 2009

561 - VIEJOS RECUERDOS MENORQUINES

VIEJOS RECUERDOS MENORQUINES (561)

(Prosa en alejandrinos)

Voy a dejar que, libre de molestas ataduras,
la memoria gobierne la punta de mi pluma
y traiga hasta estas hojas que tiemblan en mis manos
recuerdos de aquel tiempo, cuando Menorca era
una remota isla, perdida en la distancia,
sin rastro de turistas vocingleros y extraños
que invadieran sus playas, apenas mancilladas,
por los pocos vecinos, isleños todos ellos,
que hasta ellas llegaban “es diumenges i en festas”.

Aunque a algunos parezcan siete décadas mucho,
yo puedo asegurarles que ese tiempo ha pasado
tan veloz, tan deprisa, “que en moltas ocasions”
me parece sentirme, así, como dispuesto
a bajar hasta el puerto para surcar sus aguas
a bordo de mi barca, de mi “Calafiguera”,
y llegarme, remando, o bien a vela izada,
a la misma bocana, señalada frontera
impuesta por mi padre a mis marinas ansias
de descubrir el mundo que desde allí intuía.

La Menorca de entonces, “quant poc se me parèix
a sa Menorca d’ara. No he de esser jo quin digui”
cual de las dos Menorcas es la buena o la mala,
sólo a decir me atrevo que en nada se parecen,
y hasta tal punto ello, que hasta llego a creerlas
dos islas diferentes, distintas por completo.

Tan orgulloso estaba de mi isla que quise
que fuere independiente del resto de las islas,
y también, por supuesto, hasta del mundo entero:
La Isla de Menorca, Estado independiente,
lugar paradisíaco, sin robos y sin muertes,
donde todos podían dormir sin sobresaltos,
sin cuidar que su puerta “es quedasi tancada”,
sin vecinos en paro, sin pobres en sus calles,
donde todos vivían como buenos hermanos,
“travallant en silenci”, sin grandes apetencias,
contentos con su suerte, esperando con ansia
“qu’arrivasi s’estiu” para ir a bañarnos
a las viejas casetas, las del muelle del gas,
o ir a Cala Ratas, o llegarnos, andando,
“fins es Repòs del Rei, més enllá des Fonduc”,
o a las feraces huertas, las de San Juan, cercanas.

Las prisas no existían en aquella Menorca
que tengo en mi recuerdo, la isla donde todo
era blanco y azul, de un blanco deslumbrante,
de un azul esplendente, aquellos dos colores
que eran la divisa: “La Isla Azul y Blanca”,
con la que se anunciaba la isla de mis sueños.

Pido a Dios me conserve el recuerdo imborrable
de mi vieja Menorca, donde pasé los años
más felices que pueda imaginar un niño,
un niño que se hacía poco a poco hombrecito,
y al que un aciago día le quebraron la vida
llevándole muy lejos de su querida isla.

Lo malo es que al marcharme, aunque el cuerpo se fuese,
el alma no la pude llevármela conmigo
y se quedó vagando por las calas del puerto,
incapaz de alejarse de lo que había sido
la razón de mi vida, el premio inmerecido
que recibió aquel niño con alma marinera,
que lloró al alejarse de su Mahón querido.

Cuantos viejos recuerdos… La Isla de las Ratas,
frente a Calafiguera, que una empresa holandesa
dedicada a estas cosas, la dragó por completo,
borrándola del puerto, y hasta de la memoria
de todos los que fuimos testigos de aquel hecho.
Estoy por apostarme que quedamos muy pocos
de los que la pisamos en busca de alcaparras
en “sas moltas tàperas que per enllà n’i habia”.

Al cabo del camino, llegando ya a la meta,
en mis noches de insomnio, despierta mi memoria
y me trae el recuerdo de aquellos años idos,
los que viví en Menorca, la Isla Azul y Blanca,
donde dejé mi alma al irme para siempre.


José María Hercilla Trilla
Salamanca, 4 Noviembre 2.008

Es Diari, Nº 741, del 16-11-08
(De “Canciones menorquinas”)

lunes, 27 de abril de 2009

485 - DESDE LA MÁS ALTA COFA...

DESDE LA MÁS ALTA COFA... (485)

A Marcos Dueñas, agradecido por
dejarme acercar a mi Menorca.


Desde la cofa más alta del mástil de mi velero,
voy oteando horizontes, buscando sobre la mar
aquel puerto de mis sueños, el de mi infancia lejana,
al que nunca en mis viajes pude volver a atracar.

Mi barco, desvencijado, deshilachadas sus velas,
ansía tornar al puerto, para poder carenar
sus fondos, donde la broma le ataca y va corroyendo,
como buscando afanosa, hacérmelo zozobrar.

No quiero yo que zozobre; aún lo veo navegando
lo mismo que navegaba, acabado de botar,
como corcel piafante, con todo su trapo al viento,
vibrante su arboladura, volando sobre la mar.

No me ha rendido el viaje; en mi alma marinera
no caben los desalientos. Mi descanso es navegar
y mi ferviente deseo -carenado mi velero,
zurcido el roto velamen, con el aguaje hecho ya-,
es emprender nuevos rumbos y surcar, igual que antes,
sin nadie que me detenga, de un lado hasta el otro, el mar.

¡El mar, la mar, esa mar de mis años menorquines,
en que, surcando sus calas, me enamoré de la mar!


José María Hercilla Trilla
Salamanca, 5 Julio 2005

(De mi Libro; "Canciones menorquinas")

sábado, 25 de abril de 2009

475 - AL ESTE, MENORCA

AL ESTE, MENORCA (475)


Al Este, sí, por donde el sol se muestra
y emerge de la mar, como un regalo
de Dios que se me dio sin merecerlo,
velada entre neblinas transparentes,
Menorca es manantial de donde nacen
los más bellos recuerdos de mi vida.

Aquellos verdes años transcurridos
en la blanca y azul cara roqueta
hubiéranme bastado, sin dudarlo,
para gozar del cupo de ventura
que a todos los mortales nos es dado.

Con sólo tu recuerdo me sería
posible revivir mi primavera,
aquella prodigiosa edad de oro
que gusto de evocar cuando al ocaso
mis pasos perezosos se encaminan
en forzosa arribada ineluctable

Del resto de mi archivo, mi memoria,
podría deshacer las ataduras
y dejar solamente en mi recuerdo
aquellos de raíces menorquinas,
distantes en el tiempo, pero siempre
sirviéndome de faro en la derrota.

Si no corro a tu encuentro, no lo dudes,
es por miedo a quebrar el dulce hechizo
que liga tu existencia a mi recuerdo;
por el mismo temor que nos impide
encontrar otra vez a quien amamos
cuando sólo contábamos tres lustros,
con un amor tan puro y tan intenso
como puede sentirlo sólo un niño.

No sé si volveré –lo veo difícil-
a pisar mi roqueta menorquina.

Los años se acumulan y entorpecen,
si no la inteligencia, sí las piernas,
y se nota que el mundo se distancia
y se aleja de ti, como queriendo
volverse inasequible a tus deseos,
tal vez por ignorar ese profundo
sentimiento de amor que le profesas.

Cual pasa entre personas que se aman,
siempre hay una que ama más que otra,
y es más feliz aquélla que más ama;
Por eso yo me siento doblemente
Feliz en la distancia, convencido
De que mi amor me basta y satisface
A colmar de recuerdos tus ausencias.


José María Hercilla Trilla
Salamanca, 14 Enero 2004

(De mi Libro: "Canciones menorquinas")

viernes, 24 de abril de 2009

430 - PENSAMIENTO EN LIBERTAD

PENSAMIENTO EN LIBERTAD (430)


Cuando el pensamiento vuela
vuela siempre hacia la mar,
aquella mar de mi infancia
menorquina y balear,
en cuyas azules aguas
solía yo navegar
por todo el puerto adelante,
cala a cala, hasta arribar
muy cerca de la bocana;
allí debía virar
por no estarme permitido
adentrarme en altamar,
que era yo muy niño entonces
y no tenía la edad
para cruzar la frontera
impuesta a mi libertad.

Cuando el pensamiento vuela
me lleva siempre a la mar,
a surcar las mismas aguas,
aguas que conmigo van,
donde en mi «Calafiguera»
soñaba ser Capitán
descubridor de horizontes
bajo aquel cielo sin par,
del que un sol resplandeciente
era el inmenso fanal
con el que Dios me guiaba
en mi loco navegar
en busca de nuevas tierras
donde clavar mi bandera,
claro símbolo de paz.

No me digáis, mis amigos,
que ya empiezo a divagar,
como parece obligado
conforme avanza la edad.

No divago, ni chocheo,
os lo puedo asegurar;
conservo mi raciocinio;
por eso, por nada más,
cuando dejo al pensamiento
en libertad de volar,
el pensamiento me lleva
-sin dudarlo- hasta la mar
de mis años infantiles,
cuando yo era capitán
y pilotaba mi barca
-vela o remo, ¿qué más da?-
por las aguas de aquel puerto
que jamás pude olvidar.

Seguro estoy de que nunca
he de volver a la mar
recreada en mi memoria;
que no seré Capitán
de mi barca marinera
-Dios sabe dónde estará-;
que no pisaré las calas
que me vieron navegar...

Estoy seguro de ello;
estoy cerca del final...

Permitidme, pues, amigos,
que me deje transportar
en alas del pensamiento
hasta la orilla del mar
y dejadme unos minutos
que me entretenga en soñar:

Yo era un niño marinero
que quiso ser Capitán
en la Isla Azul y Blanca,
menorquina y balear.....


José María Hercilla Trilla
Salamanca, 1º Marzo 2001

(De mi Libro: "Canciones menorquinas")

jueves, 23 de abril de 2009

397 - EL NÁUFRAGO

EL NÁUFRAGO (397)

Menorca, ¿dónde te escondes?
Sobre la mar dilatada
te voy buscando anhelante,
perdida ya la esperanza
de encontrarte en el camino
que a tu rumbo me orientaba.

Yo era un niño marinero
y tripulando mi barca
-de Mahón a Ciudadela-
iba avistando las calas
de la costa menorquina,
compañera de mi infancia.

Menorca, ¿dónde te fuiste?
Perdona; me equivocaba.
Quién se fue, fue el marinero,
el mismo que ahora te canta
y va dejando en su canto
los girones de su alma.

Menorca, ¿dónde te encuentras?
Bien sé que no estás lejana,
pero mis piernas vacilan
y mis ojos ya no alcanzan
a divisar tus perfiles
flotando sobre las aguas.

Montetoro no me sirve
para centrar coordenadas
y rectificar el rumbo;
Montetoro no es montaña
que se despegue del suelo
y al navegante le valga.

Si algún día, -¿quién lo sabe?-,
de nuevo te divisara,
de nuevo, marinerito,
reflotaría mi barca
y su proa enfilaría
a mi Isla azul y blanca.

¿Porqué soñaré imposibles,
cuando el camino se acaba?
¿Será porque Dios es bueno
y aún me deja la esperanza
de poder llegar un día
a tu costa, de arribada?

Será por esto o aquello...
Yo te sueño en la distancia;
cierro un momento los ojos
y me despierto en tus aguas,
como el niño marinero
que recorría tus calas
-de Mahón a Ciudadela-,
sin que jamás naufragara.
Ahora, naúfrago de todo,
quisiera alcanzar tus playas
y abandonarme a morir
sobre tus arenas blancas.

José María Hercilla Trilla
Salamanca, 30 Octubre 1999

(De mi Libro: "Canciones menorquinas")

miércoles, 22 de abril de 2009

337 - "OVERBOOKING" CELESTIAL

"OVERBOOKING" CELESTIAL (337)


Cuando el cielo se colme, cuando sea imposible
admitir más remesas

de almas inmortales llegadas de este mundo
o de otros planetas,

me supongo que Dios buscará soluciones
para que todas quepan

en el cielo que a todos los que somos creyentes
su Hijo prometiera.

Buen remedio sería que a las almas llegadas
allí desde la tierra,

reexpidiese de nuevo al planeta de origen
después de hacer limpieza

de cuanto malo y feo estropea el paisaje:
Políticos y guerras,

absurdas vanidades, orgullos destemplados,
codicias y soberbia,

contratistas ladrones, picapleitos liantes,
y todas las miserias

que hacen de este mundo, salido de Sus manos,
lugar de intransigencia

en vez del Paraíso proyectado en Su mente
infinita y perfecta.

Tal vez purificado, en divino ejercicio
de voluntad suprema,

el mundo serviría para acoger sobrantes
de almas de las llenas


vastedades del cielo y evitar "overbooking"
reexpidiendo a la tierra

a los que en ella fuimos viajeros peregrinos
y amamos su belleza.

Si tal fuera posible, a Dios le pediría
que al devolverme a ella

me enviara a Menorca, al Mahón de mis sueños,
a mi añorada "illeta"

en la que, marinero de su puerto encantado,
con mi "Calafiguera"

navegaba sus aguas, remando sin esfuerzo
y cantando en su lengua.

¿Quién pudiera, Menorca, regresar desde el cielo
a tu mar y tu tierra,

para en tí, eternamente, en una de tus playas
disgregarme en tu arena?

Después de ver a Dios, ¿qué mayor Paraíso?
¿Qué mayor recompensa?


José María Hercilla Trilla
Salamanca, 15 Julio 1998

(De mi Libro: "Canciones menorquinas")

martes, 21 de abril de 2009

293 - LA GORRA DE CAPITÁN

LA GORRA DE CAPITAN (293)


Aquel niño que soñaba
junto a la orilla del mar
con llegar a ser un día
el apuesto Capitán
de un raudo y blanco velero,
con sus huesos vino a dar
en esta meseta enhiesta
del centro peninsular,
donde transcurre su vida,
- tan lejos del litoral
menorquino en que creciera -,
y en la que sólo se dan
horizontes infinitos
de campos en soledad,
- cereales de secano
entre manchas de encinar -,
horizontes que le abruman
y le hacer añorar
aquel puerto marinero
de la isla balear
donde viviera dichoso
hace ya una eternidad.

El tiempo se le ha marchado
y el futuro ya no está,
para que pueda forjarlo
cual lo pensara forjar,
y aquello que ya no existe,
- aunque exista voluntad
de hacerlo cual se soñara -,
en sueño se ha de quedar.

Falta la materia prima;
se te agotó con la edad,
y no es bastante querer
llegar a ser Capitán
de un blanco barco velero
con el que hacerse a la mar,
si se han cumplido setenta
y se es un carcamal
con las piernas inseguras
por los achaques y edad.

Aquel niño marinero
ya no será Capitán
de ningún barco velero
menorquino y balear,
pues se le fueron los años
en esta mar mineral
de la tierra castellana
donde arribó por azar,
y en cuyos fondos rocosos
la proa fue a embarrancar
con tal fuerza y de tal modo
que no pudo regresar
hacia su puerto de origen
para hacerse Capitán.

Menos mal que aunque «crecido»,
- en plena tercera edad -,
el alma conserva joven
y le place recordar
aquellos años lejanos
de su infancia balear,
( menorquina por más señas,
por eso de precisar ),
cuando surcaba los mares
de su contorno insular,
sintiéndose marinero...,
soñando ser Capitán...,
con todo el tiempo del mundo
por delante, sin tocar,
ese tiempo que se ha ido
sin sentirlo, tan fugaz
que le hace dudar a veces
de si ha sido de verdad
aquel niño enamorado
de los barcos y la mar,
o ha sido siempre el de ahora,
este viejo carcamal
que se entretiene soñando
que quiso ser Capitán
de un blanco barco velero
menorquino y balear.

Lo más gracioso de todo
es que en su absurdo soñar,
hay veces en que se olvida
de su estado y de su edad,
y piensa que aún le es posible
llegar a ser Capitán
de aquel soñado velero
de su infancia balear,
y se niega a dar oídos
a la cruda realidad
que le dice que se olvide
de los veleros y el mar,
que ya le viene muy grande
la gorra de Capitán.

Para el tiempo que le resta
en que poder navegar,
le sobra un bote de remos,
y sería necedad
remar en barca pequeña
con gorra de Capitán.


José María Hercilla Trilla
Almuñecar, 10 Julio 1996

(De mi Libro: "Canciones menorquinas")

lunes, 20 de abril de 2009

249 - SE LLAMABA JUANITO

SE LLAMABA JUANITO (249)



Una guerra sufrí, con sus horrores
de muertos, de miseria y desespero;
mis años me evitaron ser guerrero,
pero no me evitaron sus rigores.


La muerte conocí. En los albores
de esa edad en que el juego es lo primero,
vi morir a mi lado al compañero
de esos juegos, ahogado en estertores,


su cuerpo roto por la vil metralla
de la bomba caída desde el cielo
con silbo que estremece y avasalla.


Juanito se llamaba aquel amigo,
-doce años tronchados por el suelo-,
de cuya horrible muerte fui testigo.


José María Hercilla Trilla
Avila, 14 Agosto 1992

(De mi Libro: "Canciones menorquinas")

sábado, 18 de abril de 2009

223 - MARINERITO ERA...

MARINERITO ERA... (223)


Marinerito era,
marinerito...
(Lo era; ya no lo soy,
pues Dios no quiso
hacerme para siempre
marinerito)

En la mar menorquina,
de azul marino,
enfilaba las calas
con mi barquito,
sin sujetarme a rumbos,
a mi capricho,
descubriendo rincones,
como un chiquillo
soñador de horizontes
y de infinitos.

Marinerito era,
marinerito...

De la mar me arrancaron
ha medio siglo,
yendo a encallar mi barco
en el granito
de esta recia Castilla,
entre esos trigos
que a veces me recuerdan
-al ser movidos
por la fuerza del viento-
mi mar perdido.

Marinerito era,
marinerito...

(Quién pudiera de nuevo
ser aquel niño,
que ansiaba ser tan solo
marinerito...)


José María Hercilla Trilla
Avila, 10 Noviembre 1990

(De mi Libro: "Canciones menorquinas")

viernes, 17 de abril de 2009

211 - COMO UN VILANO AL VIENTO...

COMO UN VILANO AL VIENTO (211)


Con toda la insolencia retadora
del que es joven y tiene por delante
un seguro proyecto itinerante
de vida, que se piensa ganadora...


Cegado por la luz engañadora
de ese Sol del ingenuo y principiante,
que sueña con llevarse por delante
toda piedra o barrera estorbadora...


Así fueron mis años iniciales,
menorquines y bellos, en los cuales
la vida que viví fue como un sueño


donde toda arrogancia tuvo asiento.
Ya, de nada estoy cierto, ni soy dueño
de mis horas, ¡pobre vilano al viento!.


José María Hercilla Trilla
Barco de Avila, 6 Agosto 1989

(De mi Libro: "Canciones menorquinas")

jueves, 16 de abril de 2009

201 - LA MAR...

L A M A R... (201)

¡También a mí me robaron
lo que más quise: La Mar...

Yo era un niño marinero,
curtido de brisa y sal,
que gozoso navegaba
el limpio mar de cristal
de Menorca, Azul y Blanca,
mi Menorca balear.

Aquel niño marinero
soñaba ser Capitán
de un velero de tres palos,
para con él navegar
todos los rumbos marinos,
sin detenerse jamás.

Aquel niño marinero
que soñaba con llegar
a gobernar un velero,
con su sueño fue a encallar
en este mar de Castilla,
abulense y mineral.

Aquel niño marinero,
curtido de brisa y sal,
que soñaba bergantines
y quiso ser Capitán,
hoy horizontes rocosos
tan sólo puede otear.

Aquel niño marinero
que la vida fue a arrojar
al pié de Gredos altivo,
-ese faro colosal
sobre el suelo de Castilla-,
vive recordando el mar.

Ese niño marinero
llora lágrimas de sal
soñando con su velero,
su gorra de Capitán...,
y ese mar que le robaron
y que llamándole está.

El mar...
La mar...
Nuestro mar...

¿Quién pudiera, marinero,
volver de nuevo a la mar...?



José María Hercilla Trilla
Avila, 4 Diciembre 1988

(De mi Libro: "Canciones menorquinas")

miércoles, 15 de abril de 2009

109 - HE VUELTO A AQUELLA PLAZA

HE VUELTO A AQUELLA PLAZA (109)


He vuelto a aquella Plaza de mi infancia
que mis juegos y risas acogía,
y al contiguo jardín que desprendía
para mí su aromática fragancia.

He vuelto, vencedor de la distancia
que alejado de ti me mantenía,
creyendo que al vencer la lejanía
podría revivir mi blanca infancia.

Mejor me hubiera sido mantenerme
alejado por siempre y no meterme
a querer revivir tiempo pasado.

(La Plaza y el jardín se me han quedado
más cortos, más estrechos y pequeños
que el jardín y la Plaza de mis sueños).


José María Hercilla Trilla
Avila, 1 Noviembre 1984

(De mi Libro: "Canciones menorquinas")

martes, 14 de abril de 2009

075 - EL NAVÍO VARADO

EL NAVIO VARADO (075)

En la parda meseta castellana,
oteando horizontes polvorientos,
soy un viejo navío embarrancado,
batido por la vida y por los vientos.

Las velas de mi nave, desgarradas,
se agitan y tremolan sibilantes;
la rueda del timón hoy yace rota
y no fija mi rumbo, como antes.

Las jarcias se estremecen en el aire,
soñando singladuras en bonanza;
y este casco, varado, envejecido,
a la vida se aferra, en la esperanza

de sentir algún día el chapoteo
de la mar en su amura deslucida,
y sueña en galopar sobre las olas
como un raudo corcel, suelta la brida,

y clavar su bauprés en las espumas,
y al viento desplegar toda su vela,
-las gavias, las mayores y los foques-,
y sentir sobre el mar cómo se vuela...

¡Viejo casco, comido por la broma,
añorante de mar y de salinas,
cuya proa cortó las limpias aguas
de las calas y playas menorquinas!


Viejo casco, que yaces encallado
sobre el duro granito de Castilla...
¡Ese mar que tú amas y que añoras,
no volverá a besar tu grácil quilla!


José María Hercilla Trilla
Barco de Avila, 2 Abril 1980

(De mi Libro: "Canciones menorquinas" )

lunes, 13 de abril de 2009

063 - MI INFANCIA

MI INFANCIA (063)


-I-

Mi infancia se diluye y difumina
en un blanco horizonte de recuerdos
donde todo es Azul, Azul y Blanco,
un Blanco que impoluto vence al tiempo.

Mi infancia fue una Isla, fue Menorca,
la Roqueta batida por los vientos
tramontanos llegados desde el Norte,
que abaten el "ullastre" verdinegro
y silban a las piedras milenarias
de las Taulas, del Talayot inmenso,
el chiflo de un fabiol que se obstinara
en doblar ante sí todo lo enhiesto.

Mi infancia fue un vergel de luz y de colores,
un navegar feliz por el más bello puerto
que pudiera soñar la mente marinera
de un niño soñador y aventurero,
a quién la vida nada le negara,
quizá sin merecerlo.

-II-

Mi infancia la recuerdo
estrechamente unida
a la Menorca blanca,
inmaculada y limpia,
bañada por el agua
azul y cristalina
de un mar maravilloso,
en el que el sol se irisa.

Mi niñez fue el retazo
más hermoso de vida
que pudiera soñarse,
donde toda alegría
tuvo cabal asiento,
donde todo fue dicha
perfecta y acabada,
y amor..., y fantasía...

Mi infancia fue Menorca,
la Roqueta tranquila
donde pasé los años
más bellos de mi vida.

¡Cuántas veces recuerdo
aquellos dulces días
en que, ágil marinero,
yo surcaba las tibias
y transparentes aguas
de sus calas, a orillas
de aquel hermoso puerto
en el que yo crecía!

Aunque tú no lo sepas,
Roqueta menorquina,
tu recuerdo ha servido
para endulzar los días
de mis años adultos,
con su melancolía.

Has sido como un sueño
mimado noche y día;
una obsesión sublime,
un culto..., una manía...

Yo no sé lo que has sido,
-culto o idolatría-,
mas lo cierto es, -Menorca
Azul, y Blanca, y Limpia-,
que has sido lo más bello
que me brindó la vida.


José María Hercilla Trilla
Avila, 18 Agosto 1978

(De mi Libro: "Canciones menorquinas")

viernes, 10 de abril de 2009

051 - MENORCA

M E N O R C A (051)

(A Gumersindo Riera, poeta insigne
y menorquín, el mejor amigo de mi padre)

¡Barca más ligera
que la barca mía,
no surcaba el puerto
de mi blanca Isla!

Con su grácil vela
preñada de brisa,
cortaba las aguas
su afilada quilla,
bordando una estela
de plata muy limpia
sobre las azules
aguas cristalinas.

Cuando con mi barca
feliz recorría
del puerto radiante
las calas tranquilas,
mi "Cala Figuera",
mi barca bonita,
soñaba aventuras
y gestas marinas.

Desde Calallonga
iba, en mi osadía,
hasta la bocana,
donde se mecía
con el oleaje
mi frágil barquilla,
y tornaba luego,
-la vista encendida
y agitado el pulso-,
a emprender la vía
de aguas más serenas,
rozando la Isla
que fue de Las Ratas,
por frente a La Liga.

Era yo un muchacho
que apenas tenía
diez años escasos;
la mirada limpia;
alto y espigado,
y todas mis fibras
vibraban acordes
con ansias marinas.

Sentado en la popa,
las manos asidas
a timón y cabo
para dirigirla
por audaces rumbos,
pasaba los días
felices y raudos
en las menorquinas
aguas de mi infancia,
fijas mis pupilas
en un horizonte
de ansias infinitas,
soñando aventuras
de piratería.

Entre los recuerdos
que forman mi vida,
nunca se esfumaron
-para mi alegría-
aquel bello puerto,
la dorada Isla,
mi barca ligera
y mis correrías
por todas las calas
de su geografía.

MENORCA, tú fuiste,
con tu gente amiga,
con tus blancas casas,
con tus aguas limpias,
con el suave acento
de la cantarina
lengua que yo amo
y que digo mía,
el mejor regalo
que me dio la vida.

¡MENORCA, MENORCA!
¡Vuelvo atrás mi vista
para recordarte
con melancolía!

José María Hercilla Trilla
Avila, 12 Febrero 1976

(De mi Libro: "Canciones menorquinas")

jueves, 9 de abril de 2009

551 - LA VIEJA CARRETERA DE CAÑAVERAL

LA VIEJA CARRETERA DE CAÑAVERAL (551)

Cañaveral, ya no eres
-tal y como fuiste antes-,
refugio de los viajeros,
los que de Plasencia a Cáceres,
-o en cualquier otro sentido-,
se paraban un instante
a tomar un piscolabis
en cualquiera de los bares,
de la vieja carretera
florecida de rosales,
para luego, descansados,
antes de seguir viaje,
ponerse a estirar las piernas
paseando nuestras calles.

La carretera han quitado,
sin siquiera consultarte,
y han trazado una autovía
-una carretera grande-,
que nos dicen que aproxima
mucho más a las ciudades…,
a cambio de marginarnos
a los pueblos y lugares,
pues nadie vuelve a cruzarlos
en ninguno de sus viajes,
dejándolos que se mueran
en un mar de soledades.

Cañaveral, ya no eres
el Cañaveral de antes,

cuando subía al Arquillo
a cuidar mis colmenares,
recitando en el camino
un cantar de mis cantares,
sin pensar en otra cosa
que en la que me daba achares,
aquella joven mocita,
guapa, buena y adorable,
y en mis colmenas repletas
de bien colmados panales.

Cuando al pueblo regresaba,
muy caída ya la tarde,
por la vieja carretera
circulaban a raudales
los coches y camiones,
camino de cualquier parte,
llevándose en la memoria
el aroma de estos aires,
perfumados por las rosas,
los jazmines y azahares,
y la innata simpatía
de todos sus habitantes.

La carretera es ahora
desierto, por donde nadie
circula, cual circulaba
no hace mucho, poco antes
de que la nueva autovía
alejara a los viajantes
de la vieja carretera,
la que de Plasencia a Cáceres,
nos mantenía en contacto
y llevaba a todas partes.

Cañaveral, ya no eres,
tal como recuerdo antes,
parada de los viajeros
llegados de cualquier parte,
que un momento descansaban
las fatigas del viaje,
tomándose un piscolabis
o adentrándose en tus calles.

La carretera de entonces
ha venido a transformarse
en una calle tranquila,
un camino “paseable”,
por donde sólo pasean
unos pocos viandantes,
sin temor de que un chalado,
en veloz descapotable,
o llevando un camión,
se los lleve por delante
al cruzar la carretera,
camino de cualquier parte.

Yo tampoco soy el mismo,
en eso estamos iguales,
por eso cuando recuerdo
aquellos años triunfales
de mi vieja carretera
atestada de viajantes,
y mis años juveniles
subiendo a mis colmenares,
con el pensamiento puesto
en mis amores constantes,

entiendo que a los dos juntos
agobian los mismos males,
tu te mueres por no uso,
yo me muero por viejales.

José María Hercilla Trilla
El Barco de Avila, 20 Julio 2.008

(De mi Libro: "Canciones extremeñas")

miércoles, 8 de abril de 2009

450 - EL EXTREMEÑO APÓCRIFO

EL EXTREMEÑO APÓCRIFO (450)


De los muy variados modos
que me han podido llamar
el de apócrifo que ahora
me ha venido a colocar
Julián Miguel Orovengua
desde mi pueblo natal,
-según leo en la Revista
que desde Cañaveral
me envían para instruirme
sobre la vida local-,
me ha dejado estupefacto,
me ha cortado el respirar,
me ha dejado sin aliento,
pues nunca pude pensar
que un amigo me llamara
cual me ha venido a llamar,
con ese nombre tan raro
que me hace recordar
un falso y viejo Quijote,
de Avellaneda además,
que guardo en mi biblioteca
y al que gusto comparar
con el auténtico, escrito
por un ingenio sin par,
por don Miguel de Cervantes,
esa gloria universal
de la que los españoles
nos podemos ufanar.

Yo no creo que Orovengua
me haya querido insultar
con el apócrifo ese
que me ha venido a llamar.

Lo malo es que tal palabra
se puede considerar
de muy diversas maneras
y me podría pasar
que algunos no le aplicasen,
por ligereza no más,
la definición primera
que el Diccionario nos da,
que equivale a fabuloso,
y prefiriere aplicar
la de supuesto o fingido,
que da en segundo lugar,
es decir la denigrante,
la que se suele aplicar
al libro de Avellaneda,
como queda dicho ya.

Yo me devano los sesos
intentándome explicar
con qué piropo Orovengua
me habrá querido premiar
al llamarme eso tan raro
del apócrifo, que está
royéndome las entrañas
al no poder descifrar
qué carajo me ha llamado
con esa forma de hablar
tan culta y tan puñetera,
poco usada, la verdad,
por los que al vino llamamos
sólo vino y pan al pan.

Por auténtico me tengo
desde mi más tierna edad
y me moriré extremeño
y presumiendo de tal,
como creo que he demostrado
desde siempre. ¿No es verdad?

Yo ya sé que mi paisano,
Académico, Ejemplar,
Culto, Templado, Maestro
y otras muchas cosas más
que no digo pues conozco
su pundonor y humildad,
quiso sólo distinguirme
al nombrarme como tal,
pero me temo que alguno
lo pueda tergiversar
y lo dicho en honra mía
por un amigo cabal,
lo trastrueque y lo confunda
y al final venga a pensar
de Pepe Hercilla algo feo,
cualquier cosa, qué más da,
que el apócrifo se presta
a chacota y mucho más.

Querido Julián Miguel,
no quiero dejar pasar
esta ocasión sin decirte
que tú me puedes nombrar
cual te pete o te complazca,
pues no se puede esperar
cosa mala de un amigo,
pero debes de cuidar
que lo que digas lo entienda
hasta el último patán,
verbi gratia quien te escribe
y un fuerte abrazo te da.


Salamanca, 4 enero 2003

(De mi Libro: "Canciones extremeñas")

martes, 7 de abril de 2009

417 - LAS PRIMERAS LLUVIAS

LAS PRIMERAS LLUVIAS (417)

- I –

¡Albricias! Tanto mirar y remirar al cielo,
y esta noche, las nubes, nos hicieron su ofrenda,
dejando que las aguas guardadas en sus vientres
cayeran blandamente sobre la parda tierra
de mis natales campos, polvorientos y grises,
resecos y agrietados de mi tierra extremeña.

Sólo han sido unas gotas, no muchas, bien caídas,
un riego milagroso, una lluvia sin fuerza,
pero también sin pausa, que el campo se ha bebido
sin que una sola gota del agua se perdiera
en vana escorrentía por los surcos abajo.
Ya llegaron las lluvias. ¡Nació la Primavera!.

En el muy breve espacio de una sola jornada
mil raíces dormidas han sentido en sus venas
el correr de la sangre, y de pronto ha brotado
en mi campo extremeño el verdor de la hierba,
ese color de vida, y también de esperanza,
que tras el duro invierno, nos trae la Primavera.

Encinas y alcornoques, olivos y naranjos,
han lavado sus hojas, por el polvo cubiertas
tras la larga sequía, y –lavadas- parecen
brillar cual estrellitas, como si fuesen nuevas.

Dentro de breves días, el campo verdecido,
se cubrirá de joyas, de esas flores pequeñas,
multiformes, humildes, polícromas, fragantes,
que lo cubren y adornan con su mantón de fiesta:
las rosas de las jaras, pimpájaros, tomillos…..

Presiento como bullen gozosas mis colmenas,
intuyendo que pronto terminará el invierno
y empezarán los días de dulce pecorea,
de volar presuroso por los campos floridos,
libando las delicias que cada flor encierra
en lo más escondido de su cáliz virgíneo,
abierto a las caricias del sol de primavera.

Yo me siento a la sombra de un centenario olivo
contiguo a mi cabaña, y veo a mis abejas,
cómo elevan su vuelo y traspasan las tapias
del colmenar serrano, en pos de la cosecha
-de néctar y de polen-, que les brinda amoroso,
el campo dilatado de la dehesa extremeña,
ubérrima, exultante, jugosa con la lluvia
caída como nuncio de alegre Primavera.

- II –

Ya llegaron las lluvias;
ya ha brotado la hierba;
ya se abrieron las flores;
ya siento mis abejas
alzarse en espirales
y luego, en línea recta,
desperdigarse todas
a cumplir su tarea,
sin temor al trabajo
ni a la carga que llevan,
regresando cargadas
de polen y de néctar,
a posarse cansadas
en la estrecha piquera,
para luego adentrarse
y en la común despensa
ofrecer el tributo
de su miel y su cera,
en gesto desprendido,
sin rencor ni protesta..

Henchido de alegría,
con el alma serena,
al Señor doy las gracias
por esta Primavera,
-entrevista entre sueños
una noche cualquiera-,
trasunto de otras muchas
de mi tierra extremeña,
cuando hace medio siglo
cuidaba mis colmenas.

¿Quién pudiera de nuevo
retornar a la sierra
a esperar la llegada
de otras Primaveras
como aquéllas de entonces,
tan distintas de éstas?

Aunque tal vez, -me digo-,
el que distinto sea,
lo sea el colmenero
y no las primaveras.

José María Hercilla Trilla
Salamanca, 30 Abril 2000

(De mi Libro: "Canciones extremeñas")

lunes, 6 de abril de 2009

415 - DESPEDIDA

DESPEDIDA (415)



¡Adiós, Extremadura!
Voy llegando a la meta
y es bueno despedirse
cuando aún la cabeza
parece que me rige,
(aunque esté medio hueca).

No he podido olvidarte
en mis años de ausencia,
y siempre te he tenido
presente, cual si fueras
la Tierra Prometida
con la que el hombre sueña,
esperando algún día
poder de nuevo verla.

Perdida la esperanza,
ya próxima la fecha
de emprender la partida
sin retorno ni vuelta,
me hubiera complacido
regresar a mi tierra,
aunque tan sólo fuese
para morir en ella,
y allí, junto a El Arquillo,
del monte en la ladera,
dormir el sueño eterno
oyendo mis colmenas.

Mi corazón, abono
del campo en primavera,
en flores germinado,
daría a las abejas
el néctar de sus mieles,
lo suave de su cera.


José María Hercilla Trilla
Salamanca, 10 Abril 2000

(De mi Libro: "Canciones extremeñas")

sábado, 4 de abril de 2009

389 - ESTRECHOS LÍMITES

ESTRECHOS LIMITES (389)



Mi vida se encerraba en el espacio
de tus lindes estrechas y rurales;
sin otros miradores naturales,
tus caminos andaba muy despacio,

sin prisas ni inquietudes de futuro,
“gozando de mi tiempo deleitoso,
ni envidiado por nadie, ni envidioso”,
sintiéndome feliz en el oscuro

ir viviendo, sin glorias y sin penas;
y cuando la tristeza me asaltaba,
a la sierra subía, a mis colmenas,

y en ellas trabajando todo el día,
el sosiego y la paz recuperaba
y dichoso de nuevo me sentía.


José María Hercilla Trilla
Salamanca, 22 Septbre 1999

(De mi Libro: "Canciones extremeñas")

viernes, 3 de abril de 2009

388 - EN MI MEMORIA ...

EN MI MEMORIA (388)


En mi memoria, fijo,
Cañaveral lejano,
Cañaveral querido,
Cañaveral, amado.

Desde Gredos intento
con la vista alcanzarlo,
sin que mis ojos lleguen
donde quiero llevarlos.

¿Quién pudiera de nuevo
disfrutar del encanto
de tu vida tranquila,
sin otro sobresalto
que ignorar si mañana
estará igual de claro
el limpio azul del cielo
o estará encapotado?

La Silleta, a lo lejos,
eleva como un faro
sus ochocientos metros,
-mirando hacia a lo alto-,
y acogiendo en su falda
esos huertos serranos
donde crece la lima,
el limón y el naranjo.

La vida se te impone
y te vas deshojando
como una margarita
que arrancara una mano
de su jardín nativo,
para irla tirando
por los caminos rota,
deshecha en mil pedazos,
o acaso convertida
-no podemos negarlo-
en hoja volandera,
que, arrancada del árbol,
el viento zarandea
y lleva entre sus brazos
desde el tronco nativo
a cualquier apartado
lugar, donde te deja
caído sobre el barro.

No obstante ese deshoje
o ese vuelo forzado,
-hoja o flor, da lo mismo-,
Cañaveral lejano,
a ti vuelvo mis ojos
y te tiendo los brazos,
aunque verte no pueda,
ni te toquen mis manos.


José María Hercilla Trilla
Salamanca, 20 Septbre 1999

(De mi Libro: "Canciones extremeñas")